“Para disfrutar de la primavera, es preciso vivir el otoño. Preciso vivir todas las estaciones para florecer y reflorecer”. Este fin de semana caminé por el bosque y disfruté de los colores del otoño bajo lluvia: de ese rojo que se visten los árboles, de las mezclas de amarillos en las ramas, del marrón en varios tonos y entre tantos colores, lo que queda de verde.

Bonito ver ese proceso de transformación que vive el paisaje, el baile de las hojas que caen al ritmo del viento, dejando una gran alfombra en el suelo. Nueva vez me pregunto? Quién dijo que el otoño es triste?

Todo depende del cristal con que lo vemos. El otoño y las estaciones son una proyección de lo que sentimos dentro. Si estamos tristes, todo nos parece triste. Ya lo explicó en su ley del espejo el psiquiatra Carl Jung: atribuimos a otros lo que en realidad está dentro de nosotros. Vemos en negativo o positivo según lo que sentimos o lo que somos.

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Cierto que en otoño todo cambia, se transforma. Los árboles se van quedando desnudos, sobre todo en los países de estaciones marcadas como donde vivo. Ver esos cambios nos mueve de alguna manera.

En cambio, cuando todo queda inmóvil e invariable, tendemos a caer en una actitud indiferente. Mejor aceptar los colores con que se viste cada estación. En países como en el que nací, parecería que nada cambia con las estaciones.

Si así fuera, cómo explicar que los parques se adornan con el rojo de framboyanes solo en verano? Solo es preciso observar con atención y vivir con la esperanza de que cada estación trae un gran espectáculo, un regalo. marilei@hotmail.com.

Por: Mary Leisy Hernandez
Marilei@hotmail.com