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En las playas de Rio, «a felicidade» de los Juegos tiene matices

En las playas de Rio, «a felicidade» de los Juegos tiene matices

RÍO DE JANEIRO, BRASIL, (AFP)- Si la felicidad tuviera templos, Copacabana e Ipanema serían catedrales. A tres días de los Juegos de Río, los turistas disfrutan de las dos playas más famosas del mundo, pero los cariocas siguen preguntándose si vale la pena organizar la cita olímpica.

«Tuvimos el Mundial. ¿Y qué mejoró? Son todo agujeros», explicó firme Joyce Cristina, una camarera de 32 años en uno de los muchos quioscos instalados a lo largo del paseo de Copacabana y el resto de las playas cariocas.

Desde aquellos tiempos de prosperidad en que se supo que Brasil organizaría un Mundial y unos Juegos Olímpicos, Cristina ha visto como se esfumaban todas sus esperanzas de reducir su trayecto de más de dos horas al trabajo desde su modesta vivienda lejos del centro, casi cuatro por la noche.

«Muchas de las cosas que se usaron en el Mundial han caído en el olvido. Esto no será más que otro agujero», sentenció.

La mar estaba muy picada este lunes, pero el sol era de justicia y la arena presentaba una buena concurrencia, con los nativos más entregados a las actividades físicas y los turistas a la holgazanería.

Quienes viven de servirles a todos ellos cervezas, guardarles la ropa, alquilarles hamacas o regalarles la vista con castillos de arena, están empezando a notar la llegada de visitantes. Más, dicen, que cuando el Mundial-2014.

Sin embargo, todos coinciden en que el país necesitaba invertir en educación o sanidad lo que se ha ido en grandes fastos deportivos.

En el aspecto comercial, Weiratan dos Santos, un escultor de arena de 63 años, en cuya camiseta ofrece además alquiler de apartamentos en Copacabana, está particularmente agradecido a los turistas estadounidenses.

«Ayudan mucho. Los estadounidenses dejan 50 dólares 100 dólares, los estadounidenses siempre nos dan algo», dice este hombre delgado y curtido que lleva años en esto, tildando de tacaños prácticamente al resto de los países del mundo.

Su colega Danilo Rodrigues Marques ha realizado unos metros más allá una obra ecléctica: un castillo de Disney lleno de princesas junto al logo de Río-2016.

«Necesitamos un montón de cosas, sanidad, educación, seguridad», afirmó Marques, antes de admitir: «Para los que trabajan en los Juegos serán buenos. Serán buenos para mí, y para mis amigos que trabajan en la playa».

Los turistas, del temor al gozo
Copacabana e Ipanema son vecinas, separadas por una pequeña península conocida como la Piedra del arponero (pedra do arpoador). Aunque la diferencia entre ambas playas no salta a la vista a un profano, la segunda tiene reputación de más exclusiva.

La escena, sin embargo, es parecida, con decenas de vendedores de todo tipo de cachivaches, brasileños haciendo malabarismos con un balón, y cientos de turistas, por supuesto.

Julie, una turista francesa, tiene grandes esperanzas depositadas en los Juegos. «El ambiente es fantástico, con todos los países, hay un ambiente muy festivo», explicó a la AFP. «Es un sueño venir a Rio y lo es ver los Juegos», sentenció.

Una turista inglesa, Lydia, explicó que su percepción de Río había cambiado. «Estaba un poco asustada de venir, pero desde que llegué y vi la seguridad, me siento mucho más segura».

La estadounidense Julia es consciente de que Río tiene sus problemas, y en la discusión surge el terrorismo, cuya extensión a países antes considerados blindados ha hecho, paradójicamente, que la gente sienta que no vale la pena preocuparse más de lo normal.

«En lo que respecta a la seguridad, a los factores locales, creo que todo irá bien. Sobre el terrorismo, ¿quién sabe? ¿Quién sabe donde puede sorprender hoy en día?», se preguntó.

El Nacional

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