Desde hace un tiempo no causa el menor asombro que la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) confisque grandes cargamentos de cocaína en un muelle, aeropuerto o en algún punto del territorio.
Los decomisos se han convertido en una rutina. Lo que no deja de intrigar es la facilidad con que la droga es introducida al territorio y la espectacularidad con que escapan los sospechosos.
Algunos casos parecen de película, como el de los 510 paquetes detectados durante un operativo en el puerto multimodal Caucedo.
Cuando fueron sorprendidos por agentes de la DNCD las personas que trasladaban la cocaína pudieron escapar como por arte de magia en un cabezote que después abandonaron y se internaron por unos matorrales.
La tesis que manejan las autoridades es que camioneros y empleados de la terminal están confabulados con el narcotráfico.
Es un razonamiento hasta ingenuo porque de no existir complicidades sería muy difícil que la droga entrara y saliera del país.
En cuanto a la confiscación de cargamentos la DNCD ha realizado una gran labor. Pero esa labor es necesario complementarla con la destrucción de la estructura interna que facilita la entrada y salida de la droga.
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Mientras existan esas estructuras que operan al más alto nivel la DNCD establecerá récord de confiscaciones, pero el trasiego de drogas al territorio jamás se detendrá. Es más que sabido002E