Opinión

Ese caso lo tenemos

Ese caso  lo tenemos

El caso de la niña embarazada a los 10 años, es similar a los que vemos con tanta frecuencia en nuestro país. La diferencia, es que en el Paraguay, no nombraron a esta niña como hiciéramos aquí con Esperancita, para seguir su caso con un seudónimo alentador a su sobrevivencia y motivador a la sensibilidad del Estado. Al igual que hoy en Paraguay, no valió de nada.

Para Esperancita, faltaron manos intrépidas y solidarias, corazones conmovidos, inteligencias libres de prejuicios, y fue sacrificada sin escrúpulos en nombre de la decencia fingida y de la doble moral practicada. No valió que Rosa Hernández manifestara públicamente que elegía a su hija viva, un círculo eclesiástico la encerró y oró con ella por la dicotomía de la vida y la muerte cerrando los ojos de Rosalba/Esperancita con cantos religiosos. Nada más.

Allá, en Paraguay, tampoco hay mucho amor por la niña embarazada. Cuando su madre la llevó al hospital porque ¨estaba hinchada¨, al saber de su embarazo por la violación reiterada de su padrastro, la apresaron y está en la cárcel ¨por haberlo permitido¨. Aunque ella no lo sabía y ya en 2014, había denunciado al violador.

En ambos casos, las niñas sucumbieron ante sendos sistemas de salud desforzados, acobardados por la intimidación eclesiástica desubicada del contexto religioso, empoderada frente a sociedades políticas, con débil desarrollo, timoratas y fácilmente manipulables y con justicias que promueven la impunidad, allá y aquí.

Al igual que a Esperancita, las leyes paraguayas sentencian a la niña y el sistema de salud solo cuida ¨posibles complicaciones¨, como si el mayor obstáculo, no fuera el embarazo a sus 10 años. A ella, que en la semana 21 del embarazo solo pesaba 34 kilogramos, que es una niña muy débil, se la sentencia a perder su salud y hasta a morir, porque su cuerpecito es vulnerable al proceso de embarazo y parto, con altos riesgos médicos y psicosociales.

Ambos casos, son un problema grave de salud pública, justicia y educación. La nuestra perdió la vida en el proceso, la niña del Paraguay, está perdiendo salud integral, dignidad, derecho a la vida y está seriamente amenazada de muerte.

La Convención sobre los Derechos del Niño, acuerdo internacional firmado por ambos países, declara en su artículo 3 que “en todas las medidas concernientes a los niños y niñas que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño o la niña”.

 

El Nacional

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