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Faride Raful

Faride Raful

Ramón Rodriguez

Abrazar la actividad política de una manera profesional, no es hacer un pacto con el diablo como sostuvo el sociólogo alemán Max Weber en una de sus conferencias en Munich, es más bien, hacer un compromiso con sentido de responsabilidad, consciente de que se necesitan los conocimientos científicos, pero sobre todo la vocación necesaria para ejercer esa actividad, enarbolando los valores de la dignidad humana que enseñó el humanista italiano Giovanni Pico della Mirandola en siglo XV y que luego los dominicanos conoceríamos con las prédicas de dignidad y moralidad que plasmó el más ilustre de todos los dominicanos: Juan Pablo Duarte.

Sentí lástima de la clase política dominicana, cuando un grupo de usurpadores, que ejercen la política, sin ni siquiera tener la capacidad de definir el concepto de Política, iniciaron una campaña sucia contra la senadora Faride Raful.

La sociedad dominicana tiene una enfermedad endémica: la falta de profesionalidad de sus políticos y su voracidad por hacer dinero rápido. Pienso que Faride Raful representa todo lo contrario a ese accionar. Ejerce la Política apegada a los preceptos éticos y junto a otros jóvenes como José Ignacio Paliza, Guido Gómez Mazara, Omar Fernández, Juan Ariel Jiménez, Wellington Arnaud, entre otros, deberá consolidar un nuevo liderazgo en la política nacional que dignifique la profesión de la política en su carácter de ciencia.

Quienes planificaron poner un dique de contención al avance y la simpatía que ha concitado la joven abogada, fracasaron en su perverso intento, pues nunca tomaron en cuenta que Faride no sólo tiene un compromiso ineludible con la patria de Gastón Fernando Deligne, sino con su familia, representada por su padre, mi dilecto amigo, Tony Raful, orgullo de las letras dominicanas, Premio Nacional de Literatura 2014 y biógrafo de los jóvenes patriotas que conforman la Raza Inmortal.

Hizo bien el presidente Luis Abinader en designar a Faride Raful como co-coordinadora de su campaña a la reelección. El mensaje está más que claro: el cielo infinito es el techo de Faride Raful.

Por: Ramón Rodríguez
centrodeidiomaswashington@g

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