En la fecunda y laboriosa Villa Heroica, el 2 de mayo de 1861, se alzó un clamor que resonaría con fuerza pujante en la historia dominicana: el Grito de Moca.
Este acontecimiento fue el primer grito de protesta y antesala que dieron origen a otros levantamientos en todo el país, para rescatar la soberanía que estaba en peligro, culminando con la Guerra de la Restauración dos años después el 16 de agosto de 1863.
Este hecho, muchas veces eclipsado por el posterior Grito de Capotillo de 1863, fue sin embargo una chispa encendida por patriotas decididos que no aceptaban imposiciones extranjeras ni la traición a los ideales de la independencia.
El municipio de Moca, en época de su colonización por los españoles, formaba parte de un nitainato perteneciente al cacicazgo de Maguá y su nombre procede del nitaíno Moca, quien fue un cacique súbdito de Maguá que residía en la loma del Ciguay en lo que hoy es Villa Trina.
Moca, enclavada en el corazón del Cibao, ha sido históricamente un bastión de lucha.
El valor mocano no es un concepto abstracto, sino una actitud concreta frente a la injusticia y el despojo.
Cuando aún se rumoreaba la posibilidad de una anexión a España, hombres como José Contreras, Esteban Gómez y otros se alzaron en armas, sabiendo que enfrentaban la muerte.
Ese acto de sacrificio, lejos de ser en vano, sembró la conciencia patriótica que años después germinaría en el Grito de Capotillo. Por esa capacidad de sus hijos para resistir y levantarse en defensa de la patria, Moca se ha ganado con justicia el título de «Cuna de Héroes». No es casual que de sus calles y montañas hayan surgido tantas figuras de la lucha nacional, desde restauradores hasta combatientes contra tiranías modernas. El mocano no ha sido un espectador de la historia: ha sido actor decidido y protagonista en momentos clave.
En la historia, hay gestos que aunque fallidos en el corto plazo, inspiran epopeyas mayores.
El Grito de Moca fue una de esas señales tempranas de que el pueblo dominicano no estaba dispuesto a renunciar sin lucha a su soberanía.
Por ello, debe ser reconocido no solo como un antecedente del Grito de Capotillo, sino como una piedra angular en la defensa del derecho dominicano a la autodeterminación.
En su último libro: “Moca en el recuerdo”, nuestro padre Juan Arístides Taveras Guzmán, nos legó una especie compendio emocional de sus vivencias en su tierra querida de Estancia Nueva, Moca, utilizando el sentimiento como verso y sus reflexiones como poesía, haciéndonos sentir orgullosos de nuestras raíces mocanas.