Santiago. Vista desde lejos, como se ven los objetos que parecen detenidos en el cielo, como lo ve Naciones Unidas, la República Dominicana es injusta con Haití.
Más de cerca, con una visión no permeada por la visión estadounidense, que es la que presiona fuertemente por la asimilación completa de Haití por República Dominicana, los acontecimientos son otros.
La discriminación injusta que ve Naciones Unidas no es más que los desniveles de desarrollo que hay en Haití y la República Dominicana.
Si la situación antes del terremoto del 12 de enero era crítica en Haití ahora mismo es desesperada.
Haití cayó de la casi indigencia al abismo. Esa es una realidad.
República Dominicana no fue afectada e indirectamente, sin proponérselo, se vio de sesgo, beneficiada internacionalmente por esta magna crisis haitiana de naturaleza inevitable aunque mitigable si hubiera habido posibilidades de hacerlo.
Haití ha desarrollado el subdesarrollo.
República Dominicana ha obtenido algunos avances, ninguno de ellos a costa de su ex colonizador del siglo XIX.
Como se ve más de cerca, República Dominicana, que no está llena de desalmados, hace lo que puede para aliviar la enorme crisis creada por el fenómeno natural.
La responsabilidad primera de Estados es protegerse de peligros internos y externos.
Después siguen gestos y actitudes como la solidaridad, intercambios comerciales, culturales y otros.
En ese contexto, la República Dominicana está sóla moralmente, por un sentido de solidaridad, de compasión con seres humanos y vecinos que sufren, obligada a auxiliar a los haitianos.
En Haití, mal que bien, funciona un Estado, un contexto cultural, político, humano que tiene diferencias de matices, de enfoques y de historia propia.
No es un territorio anexo a República Dominicana, no está bajo fideicomiso de nadie, se halla intervenido por tropas de Naciones Unidas debido a su inestabilidad política, no por influencias nocivas o amenazas a su integridad provenientes de República Dominicana.
Naciones Unidas debería precisar en qué área es que los dominicanos discriminan a los haitianos, la inmensa mayoría de los cuales, los que están en este territorio, se encuentran sin documentación, algo intolerable para los haitianos en su país.
El problema haitiano está por encima del moño, como se dice cuando algo resulta exasperante, de Estados Unidos.
El último recurso consiste en culpar, presionar y acusar para ablandar la resistencia dominicana respecto a los problemas que suponen, y suponen correctamente, tener de este lado una cantidad, insostenible por su volumen, de haitianos o de cualquier otra nacionalidad en un territorio con limitaciones de recursos, territoriales, de servicios u otros, además de los choques frecuentes y ciertamente peligrosos que conllevaría esa asimilación no deseada por la mayoría de los dominicanos -como ha mostrado más de una encuesta y que hay que respetar como un derecho a vivir cada quien con quien le convenga al lado no exactamente con quien quieran imponerle.
La ONU
Naciones Unidas repartió inadecuadamente el territorio palestino, la franja de Gaza, Jerusalén, y creó un conflicto mayor que el que trató de solucionar en 1948. Ahora intenta, bajo manejo de Estados Unidos, Canadá y UE, algo parecido entre RD y Haití.

