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Homenaje musical a Tchaikovtki

Homenaje musical a Tchaikovtki

El día ocho del próximo mes la Orquesta Sinfónica Nacional ofrecerá el concierto inaugural de su Temporada del año 2018.
Será dedicada al fenecido maestro Pavle Vujcic, quien durante más de tres décadas ejerció con inigualable destreza la difícil posición de concertino de nuestra máxima agrupación musical.

Bajo la conducción del maestro José Antonio Molina, en el concierto serán interpretadas tres obras del compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovski, con motivo del 125 aniversario de su muerte.

Estas serán la Obertura Romeo y Julieta; el Concierto para piano y orquesta número 1 en Si bemol menor y la Sinfonía número 6, conocida como La patética.

El esfuerzo que todos los años, con motivo de la temporada sinfónica realizan el Ministerio de Cultura y la Fundación Sinfonía, queda demostrado en que el Concierto será interpretado por un ganador de medalla de oro del Concurso Internacional de Piano Van Cliburn 2013.

Se trata del artista ucraniano Vadym Kholodenko, quien asumirá el reto de enfrentarse con uno de los conciertos más difíciles, que en sus primeras versiones fue calificado por musicólogos, críticos de arte y pianistas reputados de inejecutable.

Es sabido que el autor le hizo numerosas correcciones ante esos cuestionamientos, y hoy es uno de los más populares del repertorio pianístico.

Conversando recientemente con el maestro Molina fue explícito y convincente acerca de la simbiosis que existió entre el temperamento y la hiperemotividad de Tchaikovsky con su música.

Esto me condujo a consultar varios volúmenes de mi biblioteca acerca de la vida y obra de este espíritu atormentado, cuya existencia fue pródiga en sucesos dolorosos, originados algunos de ellos en su frenada y mal disimulada homosexualidad.

Comenzó a recibir clases de piano a los siete años, dando notaciones de una sentimentalidad exaltada, con ribetes de histeria.

Debido a esa circunstancia, las notas del instrumento se quedaban fijadas en su imaginación, y de noche a veces gritaba: llévense esa música, que me impide dormir.

Por su talento, al inscribirse en el Conservatorio de San Petersburgo su director Anton Rubinstein lo convirtió en su alumno favorito.

Su vida de creador comenzó tarde y se desarrolló con lentitud, y cuando ya era un compositor de renombre y encendida popularidad en el viejo continente, no faltaron las críticas negativas.

Las principales objeciones aludían a un contexto temático femenil, con pasajes de excesiva carga sentimental, supuestamente carentes de profundidad.

Los llamados Cinco Grandes del nacionalismo musical ruso, Mijail Glinka, Mili Alexeievich Balakirev, Modest Mussogsky, Rimsky Korsakov y Alexander Borodin, consideraron durante algún tiempo que Tchaikovski mostraba un acentuado occidentalismo en su arte.

Pero luego admitieron que el músico no perdía en sus composiciones sus orígenes rusos, y Balakirev lo asesoró en la elaboración de su obertura Romeo y Julieta y en la Sinfonía Manfred.

Dos acontecimientos ensombrecieron la vida de este genio musical: su fallido matrimonio con su alumna en el Conservatorio de Moscú Antonina Yvanova Milinkova, y cuando su mecenas Nadezhda Von Meck le retiró su auspicio de catorce años.

Una de las razones de su fracaso conyugal fue la ninfomanía de su esposa, algo incompatible con su orientación sexual. La infortunada enferma sexual murió en un hospital para personas con problemas mentales.

En cuanto a su benefactora, con quien pactó no conocerse personalmente, parece que tuvo problemas económicos, y además rechazó su atracción por el mismo sexo.

Los vaivenes vivenciales de los genios artísticos a veces culminan en forma dramática y paradojal, pues Tchaikovski murió de cólera, tras ingerir un vaso de agua sin hervir durante una epidemia del mal en su patria.

Los asistentes al concierto que da inicio a la temporada de nuestra sinfónica de este año vivirán momentos que sólo nos pueden hacer vivir la combinación angelical la combinación del genio musical y la sensibilidad exacerbada.

El Nacional

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