Articulistas Opinión

Hommobrutus

Hommobrutus

Chiqui Vicioso

(2)
La otra Michelle

El despecho es otro cáncer que se manifiesta en una guerra cotidiana de desgaste, sin cohetes, disparos, cañones o tanques.

No descansa y generalmente se expresa en la violencia doméstica, la manipulación tenaz, la calumnia y la utilización de los hijos para lo fines más horrendos, la mentira y el insulto. Se manifiesta cuando la hembra logra zafarse de lo designios de quien se asumió como su esposo», sean estos amorosos, de estatus o económicos.

He presenciado en el último año las maniobras de despecho de un hombre que juró destruir a su ex-mujer en todos los planos: «Te quitaré el empleo, los hijos y hasta la vida», y lo que es peor, con la ayuda de abogadas mercenarias para quienes el dinero pesa más que cualquier ejercicio de conociencia o solidaridad femenina, las otras Michelles del mundo.

Y, como en el Holocautto, todo sucede mientras a nivel laboral quienes están a cargo se hacen eco del intento de genocidio de una reputación; de la competencia infundada; de la envidia y de no sabemos cuales secretos designios, anhelos o motivaciones. Pequeñas luchas de poder de hombres que una vez creímos que podían llamarse hombres, no enfermos del falso orgullo y del falso poder.

Hacen falta acciones ejemplarizadoras, a la antigua, donde el honor o defensa vía el duelo, o vía lo puñetazos, a quienes difaman o abusaban hacía que los abusadores estructurales aprendieran que había consecuencias para sus acciones.

La impunidad genera una especie de soberbia, de falta de consecuencia y ya va siendo hora de ir poniendo cada cosa en su lugar, y de que quien miente, manipula y destruye la inocencia de la niñez, entiendan que hay consecuencia para sus acciones.

En cuanto a las abogadas que se prestan para estos juegos sucios, viles instrumentos del interés mediátaico o económico, de formarse una reputación en base a la destrucción de otras reputaciones, también debería haber consecuencia, deberían ser expulsadas deshonrosamente de ejercicio de la ley, y como con una letra escarlata ser objeto del escarnio colectivo.

La paciencia de lo y las pacientes no son infinitas. A los y las funcionarios que se prestan para estos juegos sucios les recordamos que están en la mira pública y que nosotros pagamos sus salarios. A los abusadores estruturales, les recordamos que sabemos quienes son, de donde provienen sus traumas infantiles, sus irresueltos egos personales y familiares. Sabemos qué hacen y están haciendo, donde trabajan y residen, a que se prestan, y les recordamos que para la ira de los justos no hay escape, ni en la tierra ni en el cielo.

Y que no se diga mas.