Como crónica sobre un desastre sanitario, Salud Pública emitió el viernes un alerta epidemiológica por el aumento de la covid-19, cuando de los 636 casos de contagios reportados, 403 correspondieron al Gran Santo Domingo, donde ayer se agotó la disponibilidad de camas para internamiento de pacientes en cinco de los siete hospitales habilitados para tratamiento del virus.
Las camas para internamientos y cuidados intensivos de clínicas privadas y centros bajo régimen de patronatos también están ocupadas, ante lo cual el presidente Luis Abinader ha hecho ferviente llamado a residentes en el Distrito Nacional, provincias Santo Domingo y San Cristóbal a vacunarse masivamente para evitar restricciones.
No se entiende por qué la población no asume plena conciencia sobre la gravedad de la situación, expresada en la difícil realidad de que sólo el hospital Cecanot (33%) y el Luis Eduardo Aybar (41%) cuentan con limitada capacidad para albergar pacientes en situación grave por la covid-19.
Los hechos son tozudos e indican que el cuadro sanitario se deteriora, a pesar de que República Dominicana figura entre los contados países con suficiente disponibilidad de vacunas, por lo que la población tiene una única opción: o va a vacunarse desde hoy mismo o irá al hospital con no deseado boleto al cementerio.
Mientras Gobierno y sector privado se vuelcan en la Feria Internacional de Turismo (Fitur) para atraer inversiones y promover confianza en la vital industria turística nacional, es mucha la gente desacatada que no oye, ve ni entiende los mensajes de advertencia sobre el peligro de la pandemia.
Duele decirlo, pero una parte de la población ha extraviado las razones que inducen a las autoridades a mantener un ambiente de apertura en las actividades económicas, al creer que ese esfuerzo de rescate de la economía ha sido como un llamado para replicar a Sodoma y Gomorra.
El retorno parcial a docencia presencial en escuelas públicas y privadas, previsto para mañana martes, parece zozobrar no sólo por el incremento de los contagios, sino también por carencia de civilidad expresada en amplias franjas poblacionales que no acuden a vacunarse o que violan elementales normas de prevención de la covid-19.
Hay razones para la indignación, frustración o desaliento por tanta gente adulta que participa en una gran bacanal de irresponsabilidad ciudadana a consecuencia de lo cual penosamente se corre el riesgo de que justos paguen por pecadores.