Opinión

La corrupción en salmuera

La corrupción en salmuera

La tendencia mundial hoy día es una lucha a muerte contra la corrupción. Los más importantes líderes políticos del mundo, igual que el Papa, a cada momento pontifican contra ese flagelo que desde tiempo inmemorial se ensaña contra la Humanidad.

Sus pronunciamientos están avalados con hechos: en Francia, Alemania, Estados Unidos, Reino Unido, España, Italia, Argentina, Chile, Brasil, Guatemala y otros países latinoamericanos, muchos funcionarios corruptos están hoy presos o muertos, como por ejemplo en China, Indonesia, Egipto e Irán, donde no se andan con paños tibios a la hora de enjuiciar a los ladrones de los bienes públicos o a los participantes en el tráfico de drogas, otra fuente de corrupción.

Hace menos de quince años, alguien importante dijo que en la República Dominicana la corrupción se llevaba entre las uñas alrededor de 30.000 millones de pesos anuales, cifra que luego ese mismo personaje aumentó a 100.000 millones, cantidad suficiente para construir cientos de escuelas, hospitales, carreteras, plantas eléctricas, acueductos y otras obras de importancia para la población.

Uno se imagina cuál sería hoy la posición de la República Dominicana en el Mapa de Índice de Pobreza si desde la caída de la tiranía en 1961 hasta la fecha no se hubieran producido tantos actos de corrupción. Estamos seguros de que ocuparíamos un sitial preponderante en la lista de los países ricos y desarrollados.

Los líderes de las grandes potencias parece que se han dado cuenta de que los pueblos han abierto los ojos y se han unido monolíticamente contra la corrupción, lo que en términos prácticos es un potencial peligro porque podrían generarse revoluciones nada simpáticas con los intereses de las grandes corporaciones y gobiernos que han apoyado a los corruptos.

Todo indica que esa luna de miel terminó, pues en Estados Unidos, en Chile y otros países ya mencionados, hasta importantes legisladores guardan prisión por corruptos. En el caso de Estados Unidos, ejemplos son el senador de origen cubano Bob Menéndez y un dominicano, acusados de desfalcar al Medicare y otras acciones corruptas.

En nuestro país todo el mundo sospecha quiénes son los corruptos. Se trata de gente que en ningún escenario podría explicar claramente de dónde salieron los bienes que ostentan, cuando hace pocos años eran ciudadanos de a pie que ni siquiera un empleo tenían.

El gobierno debería aprovechar la corriente mundial contra la corrupción para siquiera dar una señal, aunque sea ligera, de que en realidad no es cómplice ni está de acuerdo con esa lacra, ahora estimulada porque la Justicia no actúa frente a los responsables.

 

 

 

El Nacional

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