El dos de este mes, se cumplió un siglo cuando esa fecha de 1917, el ministro de Exteriores del Reino Unido, Arthur James Balfour, siendo rey Jorge V, proclamaba a todos los vientos, la famosa, determinante e histórica Declaración Balfour, de 67 palabras, propiciando la fundación de un Estado hebreo o judío en Palestina, postulando que el pueblo judío en diáspora por 1,847 años, desde el año 70 e. c. dispusiera de un hogar, una patria, en el suelo original de sus ancestros.
Cuando se proclamó el Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, la diáspora judía sumaba 1,878 años.
El texto de la Declaración Balfour, de 67 palabras, textualmente dice:
“El gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío y hace uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos sociales y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el status político de los judíos en cualquier país”. Arthur James Balfour. Ministro de Exteriores de Su Majestad el rey Jorge V.
Toda esa parafernalia epidérmica obligatoriamente implica un sesgo más profundo, identificando la razón básica que motivó al rey Jorge V autorizar a su ministro de Exteriores a redactar y proclamar la famosa, decisiva e histórica Declaración Balfour, con la manifiesta y clara intención de otorgar al pueblo palestino en diáspora, de un justo y merecido hogar, en una patria propia, bases intrínsecas para evolucionar hacia un Estado de pleno derecho.
Resulta que en 1917, Gran Bretaña tenía tres años de concurrir al vórtice de la Primera Guerra Mundial que ocasionó a Europa más de 25 millones de vidas, y el químico judío Chaim Weizman, reunido con el ministro Balfour, le reveló que poseía la fórmula de una cobertura que permitía preservar la pólvora de la humedad para que pudiera disparar, es decir, el invento de la acetona, y cedería su secreto a cambio del compromiso de Su Majestad respaldar la fundación de un Estado judío en Palestina.
Gran Bretaña imponía la supremacía de capacidad de fuego sobre Alemania, en la Primera Gran Matanza de la historia (1914-1918).
Fue la tercera trascendental ponencia en procura de fundar un Estado judío en Palestina.
La primera, expresada en su novela Tancredo, publicada en 1847, de otro ministro de Exteriores de Gran Bretaña, Benjamin Disraeli, hebreo de sangre, Anglicano por conveniencia, donde describía la obsesión de un ficticio Tancredo, Duque de Bellamont, aristócrata de la nobleza londinense, postulando por el nacimiento de un Estado judío en Palestina.
Disraeli fue el Canciller estrella de la Reina Victoria, su consejero, estratega, una suerte de alter ego, convenciendo a la Monarca a involucrarse en la construcción del canal de Suez, proyecto francés protagonizado por el ingeniero Fernando De Lesseps, donde obtuvo el 47% de acciones; en el dominio de La India, y la preeminencia británica planetaria, con el respaldo de la poderosa Flota de los Mares, forjada por Enrique VIII.
La segunda gran ponencia en procura de fundar un Estado judío, fue cosecha del periodista judío húngaro Teodoro Herzl, nacido en Budapest en 1860, cuando en el Primer Congreso Sionista de Basilea, Suiza, el 29 de agosto de 1897, postuló la creación de un hogar nacional judío, mencionando a Pelestina o la Patagonia de Argentina, como lugares de asentamiento del proyectado hogar nacional judío.
Herlz contaba a la sazón 37 años de edad.
Teodoro Herzl es el padre fundador indiscutible del Estado de Israel, redactando en un opúsculo de apenas 144 páginas su estelar obra Dee Judenstaad (El Estado judío), las bases fundamentales para su proyectado Estado judío, y en su página 57 puntualiza:“
“Dos países tienen que ser tomados en cuenta (para establecer el hogar nacional judío): Palestina y la Argentina”. En la página 59 precisa: “Palestina es nuestra inolvidable patria histórica”, profetizando:
“Dentro de cinco años tal vez, dentro de cincuenta años sin duda, el Estado Judío será una realidad. El Estado Judío es una necesidad universal y, por consiguiente, nacerá”.
El Estado judío nació exactamente 51 años después, el 14 de mayo de 1948, fallando en su profecía apenas un año.
Un profeta moderno, que nació fuera de Palestina, y sus restos mortales reposan en el Monte Sión de Jerusalén.
La tercera clarinada o exhortación conectada con proclamar y fundar el proyecto de un Estado judío es precisamente la Declaración Balfour, que en ocasión de conmemorarse el primer centenario de su nacimiento el dos de noviembre, el premier israelí Benjamín Nethanyau acudió a Londres a festejar la efemérides, recibido por la Primera Ministra Theresa May.