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Los nuevos representantes de la poesía joven dominicana están influenciados por el tono seco y coloquial de la poesía norteamericana de los principios de la década de los años 50 ( Jack Kerouac, Allan Ginsberg, Gregory Corso).
Esta poesía estuvo marcada por el desenfado, por la irreverencia, por el uso de las palabras cotidianas, y por representar un choque con el sistema establecido.
Bajo esa sombrilla es que reciben la lluvia de los dictados poéticos el nuevo grupo de poetas dominicanos que analizaré, y que sitúo a partir del año 2000.
Es la poesía que roza el habla popular, que se codea de tú a tú con el periodismo, pero que se esfuerza, en la mayoría de los casos lo consigue, por escapar de la chatura, por imprimirle entre un verso y otro, el tono poético, y alcanzar una altura en el lenguaje.
Y cuando digo altura, no me refiero al lenguaje refinado, metafísico, ese lenguaje criticado por el harto uso en la camada de aedas ochentista. Me refiero a ese aspecto de la escritura que quiere acomodarse a la metáfora, que aspira –en muchos casos en flipar la inteligencia- a topar y juguetear con la sugerencia.
Su apuesta por la poesía ha sido clara, y expresada de manera contundente: aproximarse al lenguaje que conecte, al lenguaje de la calle, la expresión popular llevada a la página, su alejarse como el diablo a la cruz de la retórica, que acusan padecen gran parte de los aedas que le precedieron. No hay secretos en esta forma de expresión, en esta nueva poesía que quiere y está imprimiéndole unos aires distintos a la poesía.
Irónicamente el aspecto social es su entronque, el aspecto del cual quisieron distanciarse de inmediato los poetas ochentistas. Pero aunque en esto coincide con la generación de los años 70, el nuevo grupo de poetas, acusa un nuevo modo de ver las cosas, su grado de preparación intelectual y gustos estéticos son totalmente distintos.
Si los poetas de los años 70 estuvieron bañados y tocados por la guerra fría, y la de los años 80 por el desencanto político, la de estos años que corren, están marcados por apabullante desarrollo de la tecnología y un despertar horrible de los tentáculos de la globalización donde los terrenos de la identidad se pierden, y más que abrirse, muchos mercados y pueblos tienden, a instintivamente a cerrar, como forma de protección.
Desde el punto del ámbito internacional, y de cara a lo que ha sucedido en poesía, como todo movimiento, este asume sus riesgos, este patenta sus radicalidades. He ahí el peligro. He ahí una seña que puede conducir a la catástrofe.
El problema en escribir bajo la premisa y los dictados de un movimiento es siempre el mismo: caer en la escritura en bloque, asumir que lo que se hace es lo correcto y que lejos de ahí no hay novedad, y que está destinado a hundirse, al fracaso de manera irreversible.
Aspecto social
Los temas que aborda estos nuevos poetas están íntimamente ligados a la angustia, los problemas y los vaivenes que provocan el urbanismo. La ciudad como punto de referencia, el hombre en el centro y los problemas que lo afectan.
El drogadicto, el muchacho discriminado, el loco, el luchador en decadencia y que llenó toda una época, la chica dispuesta a todo y transfigura por su errática conducta, la media isla en sentido general, pletórica de miserias, es puesta en escena con un lenguaje llano, un lenguaje tocado por una crudeza que ha llevado a que algunos puristas de la lengua tiren el grito al cielo.
El autor es escritor y periodista.