Me siento muy bien y justamente orgulloso cuando paso por mi inolvidable escuela rudimentaria rural de Bejucal, ahora remodelado Centro Educativo Mireya Columna, donde hice mis estudios iniciales de la enseñanza primaria; y luego de pasar el octavo curso en la ciudad, ingresé a la escuela normal Luisa Ercina Chevalier, hoy remodelado Liceo Elías Rodríguez, donde hice mi bachillerato en Filosofía y Letras.
La primaria de mi campo luce bien protegida, limpia, bien pintada con bonito y adecuado arte de calle en su pared frontal; no ocurre lo mismo cuando miro la pared frontal de mi escuela secundaria embadurnada en forma que da pena, pretendiendo sin lograr, pintar la cara de algunos profesores del pasado, dignos de que sus figuras no fueran desfiguradas.
Muy lejos está de mí, pretender erigirme en crítico de arte, cuando lo que he sido se ha limitado a ser un simple estudioso del Derecho, pero me lastima que en mi patria chica, que es Bonao, cuna adorada de quien fuera maestro de fama continental en el uso del pincel como Cándido Bidó y de pintores de tanta nombradía en nuestro país como Manuel Núñez, Julio Valentín y Cristian Tiburcio, fundador de la casa museo que lleva su nombre, pudiera ocurrírseles a los promotores que de tan buena fe pusieron a funcionar la idea de honrar ilustres profesores, haciendo uso de quienes muy carentes de gusto y lejos de todo arte, para suponerlos parecidos, pusieron su nombre abajo.
Mi maestra Zenaida Vicente, a quien tanto quise y Zulema Escaño, si resucitaran, le pasaran una brocha a sus figuras. Suerte que otros profesores de mayor formación aunque de igual prestigio que los galardonados no figuran en esa galería.
Aún así, después de todo, los propulsores de la idea merecen todo respeto y justo reconocimiento. Quién sabe si les faltó asesoría de los propios profesores de arte y de cultura del liceo, no solo llamados a enseñar a sus alumnos los nombres de los grandes pintores que en el mundo han sido, sino además, de los grandes valores que tenemos en el país y de los nuestros ya mencionados, ocasión que es propicia para la mención de nuestra excelente escuela de pintura, fundada por el maestro Cándido Bidó en la cual se han graduado numerosos jóvenes de la comunidad, cuyos nombres no caben en la brevedad del espacio de que dispongo, pero que en su mayoría ejercen su profesión de pintores profesionales, algunos de los cuales inspirados en el recuerdo del citado maestro así como del profesor Julio César Valentín, que tan buen trabajo hace al frente de ese centro cultural, hubieran dado su aporte honrando tan nobles profesores del pasado y una forma también de estimular los del presente.