¿Qué Pasa?

Las competencias ¿buenas o malas?

Las competencias ¿buenas o malas?

 

La competencia es inevitable en los ambientes donde los seres vivos habitan. En algunas ocasiones, surge para obtener un trofeo, territorios, aspectos materiales y hasta por amor.

Aunque muchos la ven desde el punto de vista negativo, lo cierto es que, tal y como dice la sicóloga Olga Maria Renville, la competencia sana entre profesionales, deportistas, amigos, etcétera, puede ayudar a motivar al individuo a mejorar sus debilidades a fin de lograr llegar primero a la meta establecida.

“Es una condición que el ser humano crea para obtener algunos logros o ser reconocido entre los demás”, dijo.

Habilidades importantes

Lo ideal es enseñar a nuestros hijos a aceptar que no siempre se gana; también guiarlos a reconocer y valorar el triunfo y el esfuerzo de los demás, según orienta Renville.

La terapeuta detalla que para esto existen ciertas habilidades emocionales que deben desarrollarse en las primeras etapas del desarrollo del niño y que, en muchas ocasiones, los padres olvidan.

“El manejo de las frustraciones y la tolerancia, son características que desde los primeros años de vida el individuo debe iniciar para el aprendizaje de estas”. Aunque desde su primera manifestación, que es el llanto, el niño logra que los adultos que le rodean cedan a sus reclamos y demandas, es a los dos años cuando se inicia la conocida edad de las pataletas. Durante esta fase el menor, si no se le complace, realiza berrinches que casi siempre crean desesperación en los padres, quienes ceden a las peticiones del niño a través del método que el pequeño impone.

Renville explica que esta es una de las formas a través de las cuales le decimos a nuestros hijos “si quieres algo en la vida, haz una pataleta y lo obtendrás”, “no aceptes un ‘No’ como respuesta” o “aunque actúes de forma incorrecta mereces un ‘Sí’ y tu mal comportamiento será premiado”.

Estos y otros mensajes van programando emocionalmente al niño y posteriormente al adolescente a no manejar las frustraciones que la vida le depara.

Integrarlo a la práctica de un deporte, donde la competencia es parte de esto, ayuda a aceptar que no siempre se gana; también a reconocer el triunfo de los demás.

“Desde pequeños debemos enseñarles a respetar a los demás y a fomentar la autoestima en ellos. Hay que enseñarles el efecto de las consecuencias. A través del manejo de las frustraciones, aprendemos a lidiar con los “no” que nos reserva la vida en sus diferentes ámbitos: en el plano profesional, sentimental y personal”. Cuando una persona comprende que, pese al esfuerzo, corre el riesgo de no ocupar el primer lugar en todo, comienza a comprender y a mejorar como individuo a través del autoconocimiento y el reconocimiento de sus debilidades a fin de mejorar sus fortalezas a fines de potencializarlas.

El Nacional

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