La frase popular “Dime de que presumes, y te diré de que careces” se le aplica perfectamente al presidente Danilo Medina, luego de declarar que encabeza el gobierno más honesto en la historia del país. Un contraste de las palabras con los hechos. Este gobierno no puede exhibir una sola conquista en la lucha contra la corrupción. Al contrario, ha blindado la impunidad. Desde la OISOE hasta Punta Catalina, la corrupción ha hecho metástasis en el Estado, y no hay una sola sanción a las inconductas pasadas y presentes. Con esas palabras, Danilo nos deja en claro que se siente ofuscado y atascado porque su Gobierno ofrece más de la misma corrupción que el PLD ha difundido en el Estado.
Volviendo en el tiempo, en agosto de 2012, en su discurso de proclamación como nuevo gobernante, Danilo Medina dijo lo siguiente: «Nuestro gobierno será intolerante con actos de deshonestidad o de despilfarro de los recursos públicos. Fortaleceremos los instrumentos institucionales para su prevención, corrección y sanción”. Tres años y cinco meses después, sus palabras se las ha llevado el viento, con un vergonzoso saldo de cero sometimiento o destitución alguno de sus funcionarios a pesar de las abrumadoras acusaciones de corrupción.
Incluso, voces del propio gobierno han confesado el uso de los recursos del Estado en la imposición de la reforma constitucional que abrió paso a la repostulación presidencial. No hay calidad para fortalecer el Estado de derecho que prometió defender en honor a la Constitución y la democracia, resultando al final del día, en un garante de despilfarro, malversación y creciente corrupción, cortesía del PLD a lo largo de 12 años ininterrumpidos en el poder.
El Gobierno actual ha hecho poco y nada ante la corrupción; en cambio ha facilitado una red de tráfico de influencias y dinero público que cercena la posibilidad de que millones de personas tengan acceso a un empleo digno, a servicios básicos de calidad y puedan vivir en paz y seguridad, todos males que aquejan a la República Dominicana, todos problemas urgentes que el PLD ha prometido una y otra vez solventar. Eso explica la negativa de Danilo a debatir, enviando a su ministro a responder con prepotencia y altanería, demostrando además su nula simpatía por la democracia y la transparencia. El fracaso de los morados ha sido claro, y es al mismo tiempo, la oportunidad de cambiar las cosas con nuevas ideas y nuevas caras.