Opinión

Las mesas electorales

Las mesas electorales

Pocas experiencias me han hecho tan feliz como haber estado a cargo de una mesa electoral en el recinto de la Escuela de Bellas Artes, en la Zona Colonial.

Eran las primeras elecciones en las que participaba Alianza País, fuerza emergente que se había lanzado a un proceso electoral sin un chele, algo que constaté en mis viajes por todo el país como su candidata vicepresidencial, donde financiábamos hasta la gasolina.

En esa precariedad se basaba la maravilla que me tenía, valga la redundancia, maravillada, pues en los pueblos del interior dormí en las humildísimas casas de la membresía, comí y desayuné en esas mismas casas, (engordé como diez libras) y conocí la esperanza y determinación de los hombres y mujeres populares de quienes tanto se duda, pero que están ahí como una fuerza a la espera, construyendo y reconstruyendo cada día su esperanza.

Debo a Ramón Colombo, artífice de esa experiencia, el conocimiento de lo medios provinciales de comunicación, los programas de radio tan oídos y de televisión, y el recorrido por la patria adentro, adonde no llega nunca el discurso o la práctica de la generalidad de los políticos y políticas.

Empero, la experiencia más maravillosa fue la de las mesas electorales, porque allí fue donde evidencié la increíble naturaleza del pueblo dominicano, y su inmensa capacidad para la ternura y la generosidad.

Era mi primera vez como delegada y encargada de mesa electoral y debía notárseme, ya que tanto los compañeros del otrora PRD, como el PLD, vinieron a saludarme y darme ánimos. Yo los escuchaba estupefacta decirme que en esas elecciones no sacaríamos muchos votos, pero que en la próxima sí, porque Guillermo era un hombre serio. Me estaban, de hecho, dando ánimos, ¡los “enemigos políticos”!.

Como ambos Partidos tenían recursos, sus mesas eran visitadas con frecuencia por compañeras que traían todo tipo de refrigerios. Nosotras no teníamos dinero para eso, así es que nos preparábamos para esperar estoicamente al medio día, cuando llegarían los jugos y el almuerzo.

No hubo necesidad. Cuando vino a llegar nuestra comida, pobrísima y tardía, ya los compañeros de los otros partidos habían compartido con nosotras su café, sus jugos, y el almuerzo.

Ahí me di cuenta de que el dominicano y la dominicana son hombres y mujeres no maleados por la miseria espiritual de quienes tienen que andar con el cuchillo en la boca para sobrevivir y traicionan hasta a su madre. Nosotr@s,dominican@s, y lo digo a boca llena, somos buen@s y esa bondad trasciende la política, a pesar de todos sus intentos por corrompernos, dividirnos, y enfrentarnos.

Por eso yo gane las elecciones ese día y estoy confiada desde entonces.

El Nacional

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