Opinión

Lecciones de proceso

Lecciones  de proceso

(II)
La deuda del PLD con esta nación radica en que no obstante haber acumulado inmenso poder, manifestado en todos los estamentos del Estado, no ha propiciado cambios institucionales que harían del país un espacio dotado de auténtica democracia. Los logros de sus gestiones, en algunas de las cuales ha tenido predominio sobre los demás poderes, se han reducido a lo material, donde exhibe tangibles resultados, aun salpicados de elementos que les restan validez. En lo demás, ha reiterado mecanismos que convierten el ejercicio político en descarnada lucha de intereses donde la disponibilidad de dinero resulta imprescindible.

La torpeza de la oposición radicó en no comprender que la urgencia democrática era desplazar al PLD, o disminuir su prevalencia. Suponer, de la forma más ingenua posible, que los métodos peledeístas, con el uso abusivo de resortes de un poder del que se dispone sin contrapeso, no se iban a manifestar en el recién transcurrido proceso electoral, constituyó un infantilismo.

Si a eso se adiciona el hecho de que encuestas creíbles otorgaban al PLD y al gobierno ostensible ventaja, se incrementa la estulticia a partir de la cual se enfrentó un gigante al que solo una fuerza de magnitud similar podría presentarle competencia provista de reales posibilidades.

En momentos en que resultaba más inoportuno que nunca, los partidos de oposición se obstinaron en repetir históricos errores, e hicieron primar protagonismos inconducentes que los condujo nueva vez a una participación fragmentada que reducía a su mínima expresión su potencialidad electoral.

Nada más absurdo que la tesis de que candidaturas separadas forzarían la realización de una segunda vuelta, sabiéndose que eso es poco probable donde no existen al menos tres fuerzas con incidencia importante en el electorado. Era previsible, como terminó ocurriendo, que el certamen se polarizaría entre el PLD y el partido que, por constituir un masivo desprendimiento del PRD, tendría mayor caudal de adhesión popular.

En adición, se trataba de una estrategia que podía ser comprendida para ser impulsada hasta cierto tiempo en el tramo presidencial y, en función de resultados alcanzados, ser revisada, pero estaba desprovista de asidero en lo congresual y municipal, donde no existe el requisito de la mitad más uno de los votos. Esa miopía política restó a la oposición senadores, diputados y alcaldes. Algunas de esas posiciones pudieron ser alcanzadas por dirigentes que hoy fueran de mayor utilidad como tales, que como ex candidatos presidenciales con votaciones ridículas.

El Nacional

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