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Leonel desesperado

Leonel desesperado

Juan Taveras Hernández

El expresidente Leonel Fernández está desesperado. “¡Vuelto loco y sin idea”! Responsabiliza al presidente Luís Abinader de todo lo malo que ocurre en el país; no le reconoce ningún mérito. Según él, -sólo él- Abinader es el peor presidente que ha tenido el país en toda su historia.

Abinader es culpable, según Leonel, de que haya calor o frío, de la picada de los mosquitos que producen el dengue, de los ciclones, los huracanes y los terremotos, si “el día más claro llueve” o de la sequía.

Lo culpa del accidente en el Metro, de la violencia de género, de los apagones, de los accidentes de tránsito, de los crímenes y delitos, de la ratería, del desvío del río Masacre por parte de los haitianos, de la crisis con el vecino país, del aumento de los precios del petróleo; si el plátano esté caro o barato, si hay un déficit de arroz o una sobreproducción, si hay pollo o no, si subió de precio o bajó, si el huevo está igualmente caro o desapareció del mercado. Sólo falta que lo haga responsable de la guerra de Rusia con Ucrania, del conflicto de China con Taiwán, de que el Sol salga de noche o que el cielo no esté estrellado.

Leonel no sabe qué hacer, cómo reducir el margen que lo separa del presidente Luís Abinader, que lejos de bajar, sube, conforme van pasando los días y se acercan las elecciones municipales, que el Partido Revolucionario Moderno ganará ampliamente, lo cual, sin dudas, se reflejará en los comicios posteriores para escoger senadores, diputados y presidente de la República. La realidad supera la ficción. Y la realidad es muy triste para el sempiterno candidato presidencial, cuya tasa de rechazo cada vez es mayor de acuerdo con los estudios realizados hasta el momento. Las posibilidades de un eventual retorno al poder, como en el 2004, son cada vez más lejanas.

Observando el panorama político nacional, Leonel no tiene posibilidad alguna de volver al poder, porque el pueblo no olvida lo ocurrido durante los tres periodos de gobierno que encabezó, siendo bautizado como “el padre de la corrupción” en el país, el hombre que vendió, a precio vil, todas las propiedades del Estado en un proceso de “capitalización” que solo sirvió para entregar el patrimonio público, heredado de la dictadura de Trujillo, al sector empresarial y a los dirigentes de su partido, que entraron “muertos de hambre” al Estado, sin un peso en los bolsillos, y terminaron convertidos en millonarios a más no poder.

El “padre de la corrupción”, “Vinchista-Balaguerista”, por opción, en contraposición con el “bochismo” de valores éticos y morales, gobernó para el gran capital nacional y extranjero, sin ningún escrúpulo o rubor, “pagando para no matar” a los jóvenes de los barrios para evitar que salieran a las calles a protestar exigiendo educación, salud y empleos dignos.