Opinión

Libros y lecturas

Libros y lecturas

Doña Piki
(Doña Piki: Isabel Rabuer. Primera edición: 1998. Buenos Aires. Segunda Edición 2015. Editorial Búho. Artes de imprenta: Carlos Melián. Portada e ilustraciones interiores: Mauro Germán: lápiz sobre papel).

La tendencia general en la historia es que los hombres escriban sobre las proezas de los hombres. Las mujeres han sido, hecho tradicionalmente aceptado – con algunas excepciones- las grandes invisibilizadas de la historia.

En oportunidades llegan libros cargados de historia desconocida, adornados con los nombres de mujeres que tuvieron un determinado papel histórico ignorado hasta el momento.
En contadas ocasiones nos llega un libro con una historia reivindicadora, escrita con una narrativa precisa y limpia, tal cual es el caso, que nos ocupa.

De ahí que sea trascendente el aporte de la intelectual argentina Isabel Rauber, investigadora y activista social, ensayista, doctora en filosofía y profesora de la Universidad Nacional de Lanus y miembro del Foro Mundial de las Alternativas, hace un ejercicio de arqueología social, al reivindicar la memoria de una mujer dominicana, cuya existencia se ha perdido en los entretelones de nuestra historia.

Doña Piki, Lucía San Pedro, fue la compañera de vida de Nicolás Antonio (Quirico) Valdez, un dirigente obrero anti-trujillista con quien casó en 1955 hasta 1991, cuando se despidió del plano terrenal. Doña Piki abandonó la comodidad de un hogar de clase media alta mexicana, para acompañar a Valdez, con todas las limitaciones y peligros que implicaba.

Vivió en República Dominicana 40 años. Rauber nos descubre la vida de una mujer valerosa, que se consagró a su marido, que le respaldó en su lucha, que le aportó cuatro hijos (Guadalupe, Tamara, Sureyka y Quirico), una mujer que como hija de familia de clase alta, tenía todo lo que requería para sus necesidades y mucho más. Un día en 1955 en Distrito Federal (capital de México), al subir a un tren urbano público, para ir al trabajo de la familia, ahí estaba Quirico, tímido, aquel muchacho mulato, que creyó era cubano.

Lo que se inició desde entonces fue una firme historia de amor que llevó a la dama mexicana a seguir a su marido a Santo Domingo, con todas las incertidumbres que implica vivir con un militante por la democracia, aun cuando había sido descabezada la dictadura. En 1960, Quirico se fue a Cuba a apoyar la Revolución, con la intención de que Piki le siguiera hasta la isla caribeña, pero la familia de la dama mexicana se oponía en principio sobre las historias que ya se corrían del desprecio supuesto de Fidel Castro por la familia.

En Cuba su marido hacía trabajos voluntarios, incluyendo jornadas con Che Guevara, y fue uno de los primeros en aprender ruso y comenzó a trabajar como intérprete. Eran pocos los que sabían ruso, por lo que los servicios del dominicano eran muy demandados. Durante la Revolución Constitucionalista, a la que se integró Quirico como combatiente, ella se mantuvo al frente del hogar, con conciencia clara de que el pueblo dominicano procuraba la vuelta a la constitucionalidad.