El arzobispo metropolitano de Santo Domingo, Francisco Ozoria, ha sufrido en las últimas dos semanas un dolor no merecido. ¿Qué ha pasado realmente con el manso prelado? Quizá tarde tiempo en saberse, pero la verdad deberá emerger, pues, como dijo Jesucristo, nada hay oculto que no haya de descubrirse.
La Iglesia católica tiene que actuar de cara al público que no son solo los católicos, ya que una organización de tanta incidencia en la vida social provoca que muchas personas, muchos poderes y muchas instituciones estén pendientes de lo que en su interior ocurra y, más aún, si se expresa hacia afuera.
Por actuar con claridad, monseñor Ozoria dirigió una carta “a todos mis hermanos y amigos, a quienes quiero y me quieren sinceramente”, mediante la cual revelaba que el Vaticano disminuyó sus funciones administrativas en la Arquidiócesis de Santo Domingo, preservando el título de arzobispo.
Quizá la carta no debió publicarse. Lamentable es la aseveración de que los enemigos del prelado le han armado esa ingrata jugada. Ozoria está a once meses de cumplir los 75 años, edad canónica para presentar su renuncia del cargo. El papa León XIV designó sucesor al joven obispo Carlos Tomás Morel.
Monseñor Morel fue designado arzobispo coadjutor para dirigir el gobierno eclesiástico junto con el titular y asegurar la mejor transición. A Ozoria lo asechaban desde 2016, cuando sustituyó a monseñor Nicolás López Rodríguez, quien es blanco, alto y ostentoso, mientras Ozoria es bajetón, moreno y humilde.
La elevación del padre Manuel Ruiz a la dignidad episcopal, sin la acostumbrada consulta a los obispos dominicanos significó un adelanto de lo que se cocía para Ozoria. Las fotos de la ordenación de Ruiz como obispo, el ocho de noviembre, no recogen la imagen del arzobispo primado. Ruiz fue designado el 27 de agosto.
Medios de comunicación tradicionales y voces altisonantes en las redes se han cebado a costa de lo sucedido y sacan a relucir inquina. Ozoria es hombre de vida sencilla, no usa auto de lujo ni es presumido en el vestir. Estos son factores que inclinan a los hombres que dirigen instituciones o empresas a “mala administración”.
Si hubo manejo inadecuado de bienes, lo determinará una auditoría, la única forma de establecer la verdad. Algunos analistas estiman que los enemigos de Ozoria son quienes divulgaron la carta y lo han condenado. Más que en el Vaticano, sus “enemigos” están aquí, pues del Vaticano viene, lo que al Vaticano va.

