Las actividades cotidianas de la población dominicana, en casi todos los ámbitos, fueron alteradas de manera significativa durante más de una semana a consecuencia de la tormenta tropical Melissa que, luego de alejarse de la isla La Hispaniola, se convirtió en huracán y sigue su curso por la región del Caribe.
Este fenómeno atmosférico colocó a prueba, de nuevo, a las autoridades con el presidente de la República a la cabeza y los organismos de socorro como el Centro de Operaciones de Emergencia, Defensa Civil y Cruz Roja, ante los posibles efectos climáticos negativos y las acciones de prevención y mitigación.
El balance es, a todas luces, positivo para el gobierno central, y también con mérito para administraciones locales, porque el daño humano ha sido mínimo y las acciones de prevención y orientación al pueblo sur-tieron efecto y evitaron que en lugares vulnerables se pusieran en riesgo vida y propiedades.
Al comparar con otros momentos similares, el paso por la región caribeña de Melissa permitió activar los protocolos aprendidos en dolorosas lecciones anteriores, como por ejemplo, con el manejo del nivel de los embalses de las presas ante el peligro de desagües excesivos que inunden comunidades.
La oportuna y veraz información pública sobre el fenómeno, trayectoria, potencial e incidencia climática, sirvió para fundamentar las alertas coloreadas que ya la gente comienza a entender con el lenguaje de las luces del semáforo y que permitieron que en cada provincia se conociese el riesgo de daño.
El liderazgo del presidente Luis Abinader es digno de resaltar porque se convirtió en vocero diario de las directrices claves para encarar la situación y quizás hubo un exceso de celo al prolongar, o hacer nacional, disposiciones que pudieron ser regionales o provinciales, pero de todas for-mas “es mejor precaver que tener que lamentar” y, por otra parte, la lluvia es bendita y “paga sus daños”.

