Opinión

Mi padre

Mi padre

El Día del padre o de la Madre es todo él año.
Mi padre, Luis F. Lizardo Lasocé, siempre ha sido muy cariñoso con todos sus hijos. Somos cuatro.

Sus pasos vibrantes, su andar apresurado, su voz fuerte característica de quienes han pasado años dedicados a la enseñanza universitaria; un hombre con carácter, como todo profesor que se respete, y con una amplia sonrisa para todos.

Entre las cosas que aún valoro, como algo maravilloso, es cuando nos coloca una mano en la cabeza después de corregirnos, o llamarnos la atención con la intención de reconfortarnos, como si sus manos proyectaran, con su calidez, un rayo de energía que lo cura todo, aunque en nuestra casa, la profesional de la medicina es nuestra madre.

Pocas medicinas son tan efectivas como la forma de nuestro padre colocarnos las manos en la cabeza acompañándolas con las palabras -tú padre lo único que quiere es que esés bien. Ustedes, mis hijos, son mi mayor orgullo.

Mientras crecíamos, por causa de su trabajo médico, mi madre pasaba más tiempo fuera del hogar que él. En una oportunidad mis hermanos más pequeños comieron un fruto de un árbol que les causó intoxicación. Papi corrió a emergencia con los niños.

Y así transcurrieron la mayoría de las emergencias médicas cuando cada uno de nosotros tuvo su experiencia en cuanto a heridas que necesitaran sutura, era el quien nos llevaba a la clínica más cercana.
Hubo momentos difíciles para nosotros sus hijos, pero sabíamos que siempre contábamos con su protección y sobre todo su compresión.

Solo pondré un ejemplo:

Mi hermano Luis cuenta que en una oportunidad, entró a la habitación de mis padres en horas de la mañana y se puso a llorar, mi padre se asustó y preguntó que si había tenido un accidente y que tan grave era la situación, Luis le dijo que no, el tema era que ya estaba para ir al internado y había un problema con una asignatura, papi respiró profundo y dijo: Mi hijo, esos no son problemas, ya verás cómo lo resolvemos, dedícate a estudiar y puedes tener por seguro que se resolverá con muy poco.

Mi hermano hoy día es un médico pediatra infectólogo de mucho prestigio.
Papá es un hombre calmado, culto, reservado, amable, sin embargo intransigente en inculcarnos el amor por los estudios y la lectura.

Nos enseñó el valor de estudiar artes en sus diferentes formas. También nos enseñó que el respeto se gana, no se impone. Nos enseñó que no hay diferencia entre un mendigo y un rey, ambos son seres humanos y merecen respeto.

Crecimos con las lecturas de Julio Verne, las poesías de Pablo Neruda, la música que tocaba él mismo tocaba en su piano. Nos enseñó a jugar al tesoro escondido, a admirar las estrellas en el cielo y encontrar las constelaciones, a hacer preguntas de lo que hoy día llaman “trivia”: – ¿Quién pintó la Mona Lisa? ¿Cuál es el río más largo del planeta? ¿Quien escribió Don Quijote de la Mancha?, ¿La odisea?

Pasaron los años y ya no tiene la fortaleza de antaño, aquella que lo convertía en superhéroe ante nuestros ojos, sin embargo cuando me ve aquejada de una dolencia o preocupación, posa su mano sobre mi cabeza y eso basta para que sea el mismo de antes cuando sus pasos eran fuertes y su voz no varía para decirme “ordénate a ti misma y dile que estás sana”.

El domingo pasado mi hermana más pequeña y yo le preguntamos qué deseaba de almuerzo para el Día del Padre. -Comida, respondió él. Pero ¿no deseas algo diferente, o salir a comer fuera?, le contesto-
Lo único que deseo es que el último domingo del mes de julio, ustedes, mis hijos, y mis nietos, vengan a esta casa, su casa, y pasemos un domingo en familia al igual que cada año.

Cortés habla en su poema musicalizado Mi árbol y yo “Mi padre y yo lo plantamos en el límite del patio” … Mis hermanos y yo tenemos la dicha de haber hecho muchas cosas importantes en su compañía, como sembrar muchos árboles, y lo más importante, siempre sentirnos agradecidos, porque eso mantiene la mente positiva y nos impulsa a siempre salir adelante.

Piero y José Tcherkoski, dos argentinos en 1969, el primero musicalizó y puso su voz, el segundo compuso las letras de una bella canción que a mi padre le encanta porque le recuerda a su padre, mi abuelo. La canción narra las angustias de un inmigrante judio-ruso el cual, como otros muchos, llegaron a labrarse su destino en Argentina: La canción se titula “Viejo mi querido viejo” y el tema trata la angustia de verlo envejecer.

Cuando mi papá escucha esa canción se le ponen los ojos llorosos. Hay mucho de la historia de sus padres en esa exposición musical así como también en la historia de quienes le pusieron letra y música.

Te amo papá.

Merliz Rocío Lizardo Guzmán
mrociolizardo5@gmail.com

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