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Mujer meritoria

Mujer meritoria

Pedro P. Yermenos Forastieri

Nadie podía comprender cómo de mujer tan menudita y frágil, podía surgir tanta energía. Apenas alcanzaba cinco pies y 100 libras, pero era todo un fenómeno resolviendo cosas y procurando soluciones para múltiples problemáticas que se le presentaban, de manera particular las relativas a sus hijos.

La mayor demostración de su carisma se puso de manifiesto cuando aquel señor elegante, bien posicionado y soñado por una legión de hermosos ejemplares femeninos, se dispuso a conquistarla ante el asombro de todos que no podían entender la alternativa amorosa por la que había optado tremendo galán. Rendirse ante semejante propuesta fue su peor elección. Aquel hombre no valía la pena.

Se establecieron en una casa donde el caballero apenas pernoctaba. Lo más grave era que nadie sabía a qué se dedicaba en sus largas ausencias. Tiempo después todo quedó develado. Se paseaba por el mundo ejerciendo con intensidad su papel de seductor experimentado, de donde surgió una muchedumbre de descendientes al mejor estilo de los Buendía.

Solo con ella tuvo cuatro, quienes nunca disfrutaron de las bondades del seguimiento, los afectos y la seguridad que proporciona un buen padre. Los devastadores efectos de esto pudieron ser mitigados por las condiciones extraordinarias de su ascendiente materno. Jamás se arredró ante el difícil futuro que tenía por delante con el reto inmenso de sostener y educar sus muchachitos contando solo con su precaria anatomía y su voluntad de hierro.

Decisivo en sus resultados fue su temperamento. Todos la querían y se solidarizaban con ella por su lucha titánica para salir adelante sin generar pena ni conmiseración. En la universidad donde trabajaba, tenía excelentes relaciones desde quien limpiaba las oficinas hasta el rector. Incrementaba sus ingresos vendiendo ropa y resultaba increíble cómo, dentro de sus limitaciones, le alcanzaba para ayudar a personas necesitadas.

Obtuvo becas para sus hijos en la academia donde laboraba. Se graduaron con excelentes calificaciones y supieron reciprocar el esfuerzo inmenso de su madre. Pero nada es más irónico que la vida. Cuando ella podía iniciar un ciclo de relativa calma y derivar los frutos de las cosechas que con tanto trabajo plantó, enfermó.
Aquella carga inmensa durante tan largo período melló su salud mental.

Su dolencia se reflejaba en manifestaciones ante las cuales el entorno de los pacientes reacciona de pésima manera. Su deterioro fue progresivo. Rompía el alma ver aquella tromba marina del pasado, reducida al guiñapo humano del presente.