La periodista y escritora feminista española, Nuria Varela, publicó en 2003 su libro “Íbamos a ser reinas. Mentiras y complicidades que sustentan la violencia contra las mujeres”, un libro que recoge los testimonios de mujeres valientes que sufrieron lo indecible como víctimas de hombres, sistema y sociedad. Conmigo hace más de 15 años, siempre lo tuve de referencia porque nadie mejor que una mujer rota en pedazos, para enseñarnos adonde tenemos que llegar.
Nunca lo había leído completo, lo hice por partes, viendo casos, sopesando similitudes y diferencias de sociedades. En estos días de pandemia, lo leí hace una semana, entero, de un tirón, atrapada totalmente por esas mujeres desconocidas y tan familiares.
Prologado por Marcela Serrano, queridísima escritora chilena, tomo prestada una parte y la cito porque me sentí exactamente igual al terminar de leer a Varela.
“Finalizo la lectura y permanezco inmóvil, en silencio, arrinconada en una esquina de la habitación, como si cualquier movimiento, el más mínimo pudiese traerme el dolor de las otras, no solo a mis ojos, también a mi cuerpo, ese cuerpo donde se materializa la desigualad milenaria, allí donde han asestado la injusticia por un solo motivo: ser el cuerpo de una mujer. En ese instante, yo soy la castigada, la invisible, soy la maltratada. ¿Quién ha cavado estos agujeros? ¿Quién ha roto mi mirada? ¿Quién ha desoído mi respiración de espanto? ¿Quién ha cortado, golpe a golpe, los pedazos que me arman?”
Sintiéndome así, interrogada yo misma, no puedo dejar de pensar en cuántas de estas respuestas tienen los diputados y diputadas, hoy para respondernos a las dominicanas que tanto sufrimos. Mujeres adultas y mayores. Niñas pequeñas. Adolescentes. Jóvenes. Todas “arrimadas” a una sociedad representada indolentemente. Arrimadas al país, como ese familiar venido/a a mal, que se recibe con desgano en el ciclo familiar, y se le explota y maltrata.
La negación de despenalizar el aborto en los casos eximentes de responsabilidad criminal, porque peligra la vida de la niña, la joven, la mujer; o cuando el cigoto, embrión o feto tiene una malformación insalvable para vivir; o cuando el embarazo es producto de una violación o incesto, me vuelvo a preguntar, ¿no se entiende razonablemente en el Congreso? ¿No se conoce ahí que sus creencias particulares no son para legislar?
En este proceso de más de 20 años, en la reforma del C. Penal, las dominicanas hemos sido tratadas como objetos, como bajaderos, como parias de una sociedad que hoy, en el mayor porcentaje, entiende la necesidad de que, las 3 causales, ¡sean!
Hoy, ¡esperamos por Ustedes!
Por. Susi Pola
susipola@gmail.com