Reportajes

Nueva papeleta 20 pesos contribuye a la dinámica del comercio al “menudeo”

Nueva papeleta 20 pesos contribuye a la dinámica del comercio al “menudeo”

Los días en que un camarero de restaurante gourmet aceptaba veinte pesos de propina se remontan a medio siglo atrás, por lo menos.

Sin embargo, en materia de adelanto tecnológico como de distracción política en momentos en que el circulante escasea como en el desierto el agua, el nuevo billete de veinte pesos es todo un primor.

Se espera que ciertas transacciones, en vista de devaluaciones sistémicas y otras operaciones, pondrán de moda nuevamente las árganas, tan usuales a inicios del siglo veinte y hasta bien entrados los días de la dictadura.

Estamos ante un dinero caro,  contemporáneo, comprado en dólares. Avanzado, como le gusta el progreso. Ahí hay caché, lucidez, actualidad, precisión y detalle.

Es como un traje a la medida para vestir las operaciones sobre todo de la gente pobre, puesto que  lo nuevo, la sensación del momento, no pasará por ciertas manos importantes, que no están acostumbradas a estas minucias.

Estas denominaciones tan bajas no circulan ya en los restaurantes de primera de la capital, que, como ya es costumbre, están atestados de funcionarios del gobierno no bien entra la noche.

Ni siquiera los cuidadores de carros informales  y menos aún los parqueadores y acomodadores y valet parquing autorizados las quieren.

Ahí hay que cantearse  con las amarillas, las de cien pesos para arriba. Y  mientras, qué se puede comprar con veinte pesos? ¿Qué puede adquirir una familia pobre y muy pobre con veinte pesos?

Ese capital da para comprar un limón de cinco pesos, diez pesos de azúcar crema, a fin de que rinda, dos panes y cinco pesos de hielo, y ahí está la cena casi completa de una familia marginada, siempre que tengan los adultos la previsión de compartir los dos panes.

Ahora, en materia de avance, ahí no hay lugar para la discusión: Estamos ante una papeleta con lo último de lo último. Comienza con un diseño vanguardista, como lo quiere el banco.

En primer lugar, la limpieza es inobjetable, aunque no hay la manera de evitar el pago de algún crimen con una de ellas.

Para seguir con la proeza veintepesística bueno es consignar que una ventanilla que le ha sido asignada al diseño simboliza todo lo transparente  y honesta que es cada transacción que hace el gobierno con los dineros del Estado, incluidas las de las pasadas elecciones.

Tiene asimismo la nueva  papeleta un hilillo de seguridad, como si fuese de oro (signo de la eternidad y de los dioses, que no tienden a cometer errores) que es otra maravilla.

El relieve es una obra de arte, dada su sensibilidad al tacto para que, aún cuando se van a preguntar qué hacen con ello, lo puedan usar mejor los ciegos de la vista, que suelen ser los menos.

En materia de falsificación no tienen para qué perder su tiempo los estafadores y falsificadores.

No hay escáner que reproduzca en igualdad de condiciones esta proeza polimétrica. Estamos ante la producción de una joya sintética. Esta se expresa en monómeros bifuncionales.

No estaría demás indagar para qué diablos le sirve a una familia pobre, que es la que va a cargar con este andamiaje populista-explicatorio, este tipo de explicaciones de tecnología de vanguardia en un objeto cada vez más devaluado.

Como corolario y presidiendo la imagen toda, se encuentra la figura procérita de Gregorio Luperón. Este es un indicativo de la restauración económica, que según se ha informado, está por venir.

Como se ve, la nueva papeleta de veinte pesos dejará mucho de qué hablar aunque poco qué adquirir.

El Nacional

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