El martes pasado, Deyanira García Sosa, con solo trece años, fue encontrada muerta entre unos matorrales, por cierto, cerca de un destacamento policial de una comunidad de la provincia Monseñor Noel. De acuerdo al INACIF, reportado por la prensa del día, la menor fue violada, torturada y finalmente estrangulada.
La niña, huérfana de padre, vivía con su abuela, de cuya casa salió el domingo 25 de enero, dos días antes, a participar en las fiestas de carnaval.
Historia escueta de un suceso de referencia frecuente en los medios, con muy poca acogida en las instancias oficiales y en la propia sociedad: nos estamos acostumbrando a conocer de estos feminicidios sin reactivar acciones que contengan, al menos el aumento día a día de estos crímenes.
Las instancias gubernamentales todas tienen que ver con estos sucesos, aquí hay una responsabilidad compartida que tarde o temprano, nos va a pesar a todo el país, pero aquellos espacios especialmente determinados para reconocer el mundo que las personas le presentamos a los niños, niñas y adolescentes, no entienden su situación frente a la violencia basada en el género, sobre todo contra las niñas, en el marco de una sociedad decadentemente androcéntrica.
En la R. Dominicana, hay que activar las alarmas necesarias para frenar la violencia sexual, las desapariciones y los feminicidios contra niñas adolescentes. No es solamente hablar de sus embarazos, conclusión de violaciones y violencia, muchos de ellos ni siquiera sabemos el porcentaje. De las desapariciones, tampoco sin estadísticas, sabemos por la prensa que son muchas, al igual que los asesinatos. En las dos últimas semanas, dos casos de niñas coincidentemente de 13 años, una que muere violentamente a manos de un “enamorado” adulto y violento y Deyanira, de la que siquiera sabemos quien la ultrajó, torturó y mató.
De acuerdo a las cifras mundiales, una de cada tres mujeres ha padecido a lo largo de su vida un acto de violencia basada en el género, una de las peores desigualdades que se mantiene en la cultura patriarcal, sin que las llamadas democracias se escandalicen y mucho menos modifiquen.
Plan Internacional, decía en noviembre pasado como la violencia basada en el género representa un instrumento de dominación y de control patriarcal sobre las mujeres, que contribuye a perpetuar el poder masculino sobre el cuerpo de las niñas, adolescentes y mujeres.
Y aquí, son muchas las niñas que día a día tienen que enfrentarse con el peligro de la violencia machista, en un país como el nuestro, donde su causa no es interesante ni siquiera para su entorno familiar.