El que Josef Wesolowski todavía se pasee impunemente por Europa y el reciente descargo del padre Johnny, son indicadores de que estos no están recibiendo el castigo que merecen. Además, el silencio y encubrimiento resulta contraproducente para la obra que realiza la iglesia, sobre todo porque deja en la población, una sensación de que su dignidad ha sido violada por aquellos en los que depositaron su confianza.
La Carta Vaticana sobre casos de abuso sexual, formulada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, y enviada a los obispos el día 3 de mayo de 2011, señala que La pederastia no es sólo un delito canónico, sino también un crimen perseguido por la autoridad civil por lo que es su deber tener en cuenta las disposiciones de las leyes civiles de cada país,
Una vez conocida las imputaciones al ex nuncio Wesolowski, el Cardenal Lopez Rodriguez a fin de no de no afear la imagen de la iglesia, se apresuro a comunicárselo al Vaticano, pero obviando los procedimientos establecidos en el acápite G de las «Líneas Guía» de La Carta Vaticana que instruye a dar igualmente aviso a las autoridades civiles. Las posteriores declaraciones para justificar la salida ( escape) lo incriminan ante la Justicia.
El vocero del vaticano respondiendo a la presión internacional ha hecho declaraciones ambiguas primero dijo que el acusado iba a ser juzgado por una corte canonima y luego un tribunal penal del vaticano y que ningún país, ni siquiera Polonia había solicitado la extradición. Recientemente informó que Wesolowski ya no tiene inmunidad diplomática, y por lo tanto “puede ser sometido a procesos judiciales de tribunales que puedan tener jurisdicción sobre él”.
Si la iglesia católica quiere efectivamente posicionarse en el lado amable de la vida en esta coyuntura decisiva y de alcance nacional e internacional, el Vaticano debe abocarse a cumplir con dos procedimientos: primero facilitar la extradición de Wesolowski para que sea juzgado en el país y segundo producir una remoción de su liderazgo en el país.