Son para conmocionar a la población las muertes y los millonarios daños materiales causados por los torrenciales aguaceros del sábado en Santo Domingo y otros puntos del territorio.
Solo los nueve muertos provocados por la caída de una pared que aplastó varios vehículos, en el desnivel de la 27 de Febrero con Máximo Gómez, ha provocado un profundo pesar en la población.
Lo más lejos que podía tenerse es que sin importar la magnitud de las lluvias la estructura podría desprenderse con tan trágicas consecuencias.
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Los aguaceros también dejaron sentir sus efectos en San José de Ocoa, Sánchez Ramírez, Azua y Barahona y otras provincias, donde además de fallecidos hay comunidades aisladas por las inundaciones.
Las crecidas de ríos, arroyos y cañadas es un fenómeno que se repite cada vez que llueve con intensidad, pero lamentablemente la gente hace caso omiso, la mayoría de las veces, de los llamados para ponerse a bien resguardo.
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Para evaluar y afrontar la magnitud de los daños el presidente Luis Abinader declaró el estado de emergencia, en tanto el Ministerio de Obras Públicas y otras entidades trabajan en la rehabilitación de áreas afectadas y en asistencia a los afectados.
La realidad indica que no hay tiempo que perder. Pero como en otras ocasiones las muertes y los daños causados por las inundaciones constituyen una experiencia que debe tomarse muy en cuenta.
