Editorial Opinión

¡Qué pena!

¡Qué pena!

Duele saber que parte de los más de diez millones de vacunas contra el coronavirus disponibles en el país podrían vencerse próximamente porque una parte de la población rehúsa inocularse contra una pandemia que ha matado a casi seis millones de personas en el mundo.

El Gobierno no tendría más remedio que donar esas vacunas a países que las requieran porque parte el alma que esos lotes de medicamentos, adquiridos mediante el pago de millones de dólares se inhabiliten al llegar a su fecha de caducidad.

Al adquirir lotes de vacunas desde China, India, Estados Unidos y Reino Unido, las autoridades lograron evadir el cerco discriminatorio que grandes economías impusieron a naciones en vía de desarrollo en los programas de distribución de esos fármacos.

Tampoco debería tomarse como pretexto para no vacunarse el anuncio presidencial de que quedaban sin efecto las medidas restrictivas para evitar el contagio pandémico porque ese protocolo de prevención simplemente quedó bajo la responsabilidad los ciudadanos.

El presidente Luis Abinader nunca dijo que la pandemia había concluido, sino que los contagios y letalidad han disminuido por lo que no se requería aplicar restricciones de carácter obligatorio, aunque instó a la población a mantener el uso de mascarilla, distanciamiento social y lavado frecuente de las manos.

Tiene razón la vicepresidenta Raquel Pena al señalar que la causa principal del riesgo de vencimiento de ese lote de vacunsa ha sido la resistencia de mucha gente a vacunarse, por lo que ha pedido que la población acuda a los centros de vacunación.

La también coordinadora del Gabinete de Salud dijo que el Gobierno ha hecho contacto con otros países para expresarle disposición de donarles vacunas, lo que evitaría que literalmente se pierdan en almacenes de Salud Pública ante la indiferencia que muestra parte de la población ante el llamado a inocularse.

Lo que ocurra de hoy en adelante en términos de la pandemia de la covid -19 no sería falta imputable a las autoridades, sino al segmento ciudadano que rehúsa vacunarse y a quienes interpretan el fin de las restricciones como destape de la imprudencia sanitaria.

El Nacional

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