POR: Oquendo Medina
oquendomedina@hotmail.com
(3 de 4)
Está debidamente comprobado que los individuos procedentes de esa clase social (pequeña burguesía), sin consciencia de clase producto de su origen, sin educación política y sin desarrollo político, se dedican a esa actividad con la intención de rápidamente ascender en el plano político, social y económico. Esa es la pura verdad. La vocación de servicio del pequeñoburgués es dubitativa y muchos poseen el descaro de abiertamente dejar expresado su interés de llegar a la administración pública no para servir, sino para buscar fortuna de la noche a la mañana.
Más claramente, digamos que el afán manifiesto de ellos es el de trabajar en el campo de la política teniendo la esperanza de que una vez su organización resultará gananciosa del proceso electoral en cuestión, rápido pasar a exigir posiciones públicas con el propósito de obtener ventajas económicas, sin importarles para nada la falta de competencia profesional en el puesto deseado.
Y como bien señala el abc de la lógica, la ausencia de valores éticos, más las debilidades perceptibles en el manejo y formación en la administración pública, trae como consecuencia que algunos actores de la clase política, quizás sin saberlo o posiblemente sabiéndolo a la perfección, les abran las puertas al fenómeno de la corrupción. Y está debidamente comprobado que cuando ésta llega y se instala en el litoral de la administración pública impacta de manera directa y negativa a la clase política.
Se supone que ha mayor desarrollo democrático y administrativo del país, pues mucha más madurez y menos escándalos habrán de existir en lo relativo al comportamiento de la clase política al momento de administrar los recursos del Estado.
Sin embargo, desafortunadamente no es así.
Es como si existiese una confabulación entre todos, salvando las excepciones, para al unísono esquivar las denuncias e ignorar los cuestionamientos provenientes de la sociedad civil y de los organismos oficiales.
Ahora bien, la gravedad se hace presente ante los supuestos o reales escándalos de corrupción que aparecen a través de los medios de comunicación, cuando la clase política dominicana, en sentido general, termina incriminándose al guardar silencio cada vez que segmentos importantes de la sociedad les exigen y aguardan por una respuesta convincente ante las acusaciones y reprimendas severas que les hacen a algunos de sus miembros.

