Opinión

QUINTAESENCIA

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Charlie Hebdo y derechos

La horrible matanza que se realizó en las instalaciones del periódico satírico Charlie Hebdo no solo conmovió la sociedad francesa, sino a todos los hombres y mujeres sensibles del mundo. Es difícil concebir que por unas caricaturas o unas expresiones que desagraden a alguien, el que se siente agraviado se crea con el derecho de decidir quién vive y quién muere. Esa es la más vana expresión de la venganza privada. Hay que ser muy dogmático para aplicar justicia de esa manera.

Se dijo que los dos hermanos que ejecutaron los asesinatos actuaron bajo la creencia de que ajusticiaban a los detractores del profeta Mahoma, porque lo convirtieron en un muñequito, y defendían a los seguidores del islamismo, debido a que los calificaron de idiotas.

En la mente de los autores materiales e intelectuales del crimen múltiple primó el fundamentalismo y la concepción que se deriva de la metafísica del signo. La lingüística moderna estudia lo que es la metafísica del signo. El maestro Henri Meschonnic fue el mejor crítico francés de esa modalidad ideológica de ver el lenguaje. En nuestro país, el crítico literario Diógenes Céspedes se ha encargado de difundir con eficiencia y creatividad los principios y valores críticos de “Para la Poética” de Meschonnic.

Con la metafísica o partido del signo, entre otras manifestaciones, el sujeto confunde la realidad con las apariencias de los elementos del lenguaje que procuran expresar esa realidad. No comprende que el lenguaje es radicalmente arbitrario e histórico. Cree que la palabra mesa, sin importar el idioma en que se use, es el objeto que simboliza. Así sucede que, en la mente de los metafísicos del signo, la caricatura de Mahoma vino a sustituir a la figura real, histórica y religiosa del Profeta, y que la palabra idiota le quitó la capacidad indiscutible de pensar a todos sus adeptos. Confunden la realidad con los signos que se pueden usar para representarla. Pero Mahoma y sus seguidores no son esos signos.

Y ese es un error garrafal. Conduce a los desaciertos más brutales, como los producidos contra los directores y colaboradores del periódico Charlie Hebdo.

Ahora bien, la realidad es una y el signo es otro. Confucio, el sabio chino milenario lo sabía. Un día fue objeto de insultos y los recibió sin inmutarse. Cuando el agresor verbal se marchó, un discípulo del filósofo oriental le preguntó el por qué no se enojó ante tan grave atentado a su honor. El Maestro respondió que esa era la opinión del agresor, no la de él, y que al no recibirle el regalo, el agresor se lo llevó como lo trajo.

Muchos creen en el derecho fundamental a la libertad de expresión solo cuando se dice lo que ellos quieren oír. Ignoran que deben respetar como sagrado también el derecho del otro a decir lo que ellos no desean escuchar. Y que, en contrapartida, tienen derecho a no prestarle atención ni aceptar lo que se dice. Esa es la verdadera libertad de expresión en acción. Nada más.

El Nacional

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