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Radiografía de una ofensiva

Radiografía de una ofensiva

Rafael Méndez

La sangre apenas se ha secado en las calles de Bogotá tras el brutal atentado que mantiene al senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay debatiéndose entre la vida y la muerte. Esta tragedia, que debería convocar a la solidaridad y la reflexión, ha sido rápidamente cooptada por intereses políticos.

Lejos de la solemnidad que exige una situación tan dolorosa, un guion de cínico oportunismo político parece desplegarse ante los ojos de la nación, instrumentalizando el dolor ajeno.

En el centro de esta controvertida narrativa, la figura de la esposa de Uribe Turbay, María Claudia Tarazona, emerge como pieza clave de un maquiavélico juego de la derecha. Este sector, en un momento de notable dispersión y debilidad, busca capitalizar la conmoción pública y el sufrimiento de una familia para recomponerse en el complejo panorama político colombiano.

Lo que se observa es una orquestación fría y calculada, donde el duelo es un telón de fondo para ambiciones desmedidas.

Las cámaras no mienten, y lo que se ha presenciado en los alrededores del centro médico donde Miguel Uribe lucha por su vida dista mucho de ser una muestra de duelo privado. Las visitas de su esposa, María Claudia Tarazona, al hospital no son simplemente el acto de una cónyuge preocupada, sino eventos cuidadosamente orquestados para el ojo público.

A su lado, con una presencia casi constante, se ha visto al experto mercadológico del político abatido, una figura cuya labor trasciende el apoyo personal para convertirse en un director de orquesta de la imagen en medio de la crisis.

Este patrón se repitió cuando el padre de Miguel Uribe Turbay ofreció declaraciones a los medios. El mismo asesor, cual sombra estratégica, se encontraba detrás, garantizando que cada palabra y cada gesto se alinearan con una calculada narrativa. Para muchos observadores, esta puesta en escena de la aflicción como herramienta para la construcción de un relato político roza la indecencia y es una muestra clara de la frialdad con la que se manejan las apariencias en este delicado momento.

Lo más inquietante de esta trama es cómo, mientras el senador se aferra a la vida y el país aún digiere el impacto del atentado, ya se ha comenzado a sembrar la idea de que su esposa podría asumir su legado político y lanzarse como candidata presidencial. La velocidad con la que esta posibilidad ha sido planteada, con la sangre aún fresca, resulta pasmosa y profundamente cuestionable. Se percibe una prisa inusitada por transformar una tragedia personal en una oportunidad de ascenso político.

En sus frecuentes apariciones públicas, al caminar y hablar frente a las cámaras, el rostro de María Claudia Tarazona no refleja la desolación y el abatimiento que cabría esperar de una persona cuya pareja se debate entre la vida y la muerte.

Por: Rafael Méndez
rmendez@gmail.com

El Nacional

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