Creo que desde el seno de mi madre me vi involucrado en política. Recuerdo la mañana en que llegó un Paravan (par-au-van) chino que no alcanzaba un metro de altura. Representaba un paisaje bucólico dividido en sus tres hojas.
Allí había personajes, fuentes, ríos, puentes, foresta, todo en miniatura de figuras orientales. Lo más interesante era que había sido realizado por un artista chino ciego.
Lo colocaron en un rincón privilegiado de la sala de mi casa. Recuerdo que yo me atrevía a abrir la puerta de vidrio reservada para los mayores a fin de contemplar el paravansito.
Aquel año de 1936 yo contaba con 7 años y me choco el Golpe de Estado del Coronel Fulgencio Batista y Zaldivar, que dio al traste con el gobierno pulcro, civilista y democrático del Dr. Miguel Mariano Gómez Arias.
Un día una de la figurinas del Paravan apareció sin cabeza y obviamente sin la trenza bellamente descolgada sobre sus espaldas. Como en la vida la cuerda siempre se rompe por lo más delgado, una de las sirvientas de mi casa cargo con su sambenito.
Un «nuevo amigo» de mi padre, el Dr. Manuel Dorta-Duque, cuando fue designado ministro de Hacienda, que había regalado a cambio de nada el Paravan para la sala de mi casa cuando se percato de la rotura le dijo a mi padre que se los llevaría unos dias para que lo arreglara un pintor cubano.
Pero pasaron los meses y el paravan no regresaba ni tampoco el nuevo amigo. Yo que era el único que lloraba en su reclamo, me recuerdo que un día lloroso le reclame a mi padre: «¿Dónde esta el paravan chino?».
A lo que mi padre con una sonrisa conformista pero con un dejo me respondió: «seguramente en la casa del nuevo Ministro de Hacienda». Asi contemple el inicio de comienzó de la vida política de mi padre.
Pasados los años cuando mi hermana menor, actual directora de la Biblioteca del Instituto de Relaciones Exteriores de la Cuba de Fidel, me dijo que mi padre había fallecido en un hospital público de La Habana sin que ni ella ni ningún otro familiar los acompañara, me embargo profunda tristeza.
Mi padre le había dado todo su ser intelectual y moral a su amada Cuba. Como abogado instalo su bufete en una casa que había restaurado de La Habana vieja o Ciudad Colonial donde recibia asuntos legales directamente enviados por su Eminencia Manuel Cardenal Arteaga y Betancourt, Arzobispo de La Habana.
Había alcanzado por oposición la Cátedra de Legislacion Hipotecaria y después fue profesor creador de la Cátedra de Derecho Rural, segunda de la América Latina después de la UNAM de México.
Y en el orden político había sido delegado a la Asamblea Constituyente de 1940 y Miembro de la Cámara de Representantes en diversos periodos hasta que Batista con un segundo siniestro Golpe de Estado derrocó las instituciones constitucionales de la República.
Contemple la vida política de mi padre atenazada por dos dictaduras: la de Batista y la de Fidel. Y contempló bajo la dictadura de Fidel del miedo y la pobreza sin fin.
y ahora inventan las fincas urbanas porque los agricultores han abandonados las tierras inhóspitas, carentes de crédito agropecuario y de mercado para sus productos y mucho menos de asistencia técnica y se arrinconan en solares urbanos la única tarea que saben hacer para arañar y preñar la tierra única tarea productiva que conocen.
Mi tristeza me acongoja.
La prensa
Tras su fallecimiento el viernes 15 de julio El Nacional editorializó sobre su persona los siguiente:
Nacer y morir son leyes inviolables en el ciclo de la vida; lo normal no es nacer ni morir en la plenitud de nuestras funciones. Nacemos para crecer; pero envejecemos para morir.
El pasado sábado la muerte llegó al lecho de Francisco Dorta Duque, cubano nacionalizado dominicano, que abandonó su tierra natal en 1962 para venir a República Dominicana como parte de un grupo de sacerdotes jesuitas.
Ser portador de una vasta cultura y tener un trato amable y respetuoso hacia los demás, le granjearon simpatías por doquier, especialmente en los medios de comunicación, lo que motivó que abandonara los hábitos de sacerdote para dedicarse al periodismo.
Y aunque no destacó en las salas de redacciones, lo hizo desde programas de radio y televisión, así como desde una columna que publicaba cada semana en El Nacional
Dorta Duque murió a los 83 años, 50 de ellos vividos aquí. ¡Descansa en paz, compañero y amigo!