Como si la pandemia de la covid-19 no fuera suficiente, el cambio climático se torna rápido y generalizado con el calentamiento de la atmósfera, los océanos, la tierra y su secuela de prolongadas sequías, incendios forestales, torrenciales aguaceros, ciclones, inundaciones y desbordamientos en casi todo el planeta.
Miles de hectáreas arden en el oeste de Estados Unidos y en Grecia, desbordamientos arrasan poblados en Alemania, norte de Europa y China como señales de que el ser humano destruye su medio ambiente al que ha provocado daños que serán irreversibles por siglos.
Las consecuencias asociadas con los gases de invernadero, como ola de calor o lluvias torrenciales, son cada vez más frecuentes y generalizadas, lo que tiende a agravarse con el incremento del uso de combustibles fósiles, lo que motiva un ritmo de calentamiento global que no había alcanzado un nivel tan alto en más de 800 mil años.
El Acuerdo de París, firmado en 2015, tiene como objetivo reducir las emisiones de gases de invernadero para que el aumento de la temperatura se mantenga en 1.5 grados, pero sin el concurso de Estados Unidos, Rusia, China y Unión Europea no parece posible alcanzar esa meta, como lo advierte un informe de Naciones Unidas (ONU).
El liderazgo mundial no asume conciencia de ese desastre ecológico ni aun cuando extensas regiones continentales, incluida la Amazonía, han sido presa de inimaginables incendios forestales o de grandes diluvios, ciclones, tifones, o cuando la Antártida literalmente se deshiela y los océanos aumentan de nivel.
Gobierno, sector empresarial, clase política, academia y sociedad civil deberían aunar esfuerzos para proteger el medio ambiente y cumplir con la cuota asignada a República Dominicana en los esfuerzos por reducir emisiones de gases de invernadero.
Es obligación del Estado proteger las cuencas altas de la cordillera Central donde nacen casi todos los caudales, impedir la deforestación que se realiza en zonas montañosas para siembras de ciclo corto; proteger los humedales, las costas, así como especies marinas y terrestres en veda o peligro de extinción.
Los dominicanos están compelidos a participar en los esfuerzos por preservar el planeta, con el compromiso de cuidar como niñas de propios ojos los recursos naturales de esta tierra de primacías, la más valiosa heredad que recibirán futuras generaciones.

