Opinión

Santa Mónica

Santa Mónica

La mayoría queremos un mundo más justo y compartido, no importa el bando, coincidimos en la necesidad de cambios profundos para vivir, pero hay quienes en detrimento del avance hacia una sociedad respetuosa y mejor, se mantienen en la resistencia, mimando la realidad que les añoña. Pero choca la intransigencia de personas jóvenes que arrastran una formación carca y continuista para el reciclaje de esta cultura nuestra que es depredadora, desigual y que se maneja en la discriminación.

Este 28 pasado, fue la fiesta católica de San Agustín, al conmemorarse su muerte en el año 430, un santo que no es de mi total devoción. (A pesar de ser católica y practicante, no todos los santos y algunas santas, son de mi devoción). La declaración de santidad responde a sentimientos más mundanos que espirituales y los que convienen a nuestra vieja iglesia, son mayormente profanos, manipulados para oprimir y apremiar creyentes. Reconozco a Agustín, Obispo de Hipona, como un gran pensador, primero racionalista y después, fideista, con reflexiones muy importantes desde su propio interior y una trayectoria existencial desde la que nos dejó la expresión de sus convicciones.
En nuestra iglesia, hablar de él es hacerlo de su madre, Santa Mónica, y en la homilía a la que asistimos, el joven sacerdote la recordó como ejemplo de mujer cristiana, de piedad probada, madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aun bajo las circunstancias más adversas, teniendo en cuenta que su marido, Patricio, era mujeriego, bebedor y abusivo, y que pasó 20 años llorando y orando por la conversión de él y de su hijo. El joven sacerdote contó cómo las vecinas de Santa Mónica se asombraban de que su marido Patricio no la maltratara físicamente como a ellas les hacían los suyos, ya que, «era frecuente en esa época». Y Santa Mónica les decía que eso era así, porque cuando él llegaba borracho y peleando a su casa, ella se quedaba calladita, aguantaba y no le respondía.
Mi conmoción por el mensaje de pasividad, unida a la falta de profundidad sobre la mención a la violencia basada en el género contra las mujeres fue muy grande porque en nuestro país se mata una media de 200 mujeres al año, por lo que aquí, todo el mundo debe saber informar que la inacción de Santa Mónica, no cabe.

Contar la tradición sin profundizar y aprovechar para restaurar actitudes, no ayuda a contener el fenómeno de la violencia desigual y contra las mujeres, pero sobre todo, no nos ayuda a cambiar.

El Nacional

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