Opinión Articulistas

Sanz Lovatón

Sanz Lovatón

Alberto Quezada

8/2

En un escenario político marcado por el ruido, el clientelismo y el culto a la imagen, la figura de Eduardo  Sanz Lovatón representa una excepción silenciosa pero significativa.

Desde la Dirección General de Aduanas, este dirigente del PRM ha logrado posicionarse como un funcionario eficaz, sin estridencias, con resultados medibles y una proyección  que lo distingue dentro del oficialismo.

Hijo del desaparecido líder reformista Mario Sanz Lovatón, Yayo ha construido su propio perfil lejos del apellido, del activismo callejero o de las redes sociales virales. Su gestión en Aduanas ha sido reconocida por organismos multilaterales por su eficiencia, transparencia y modernización. Mientras otros hacen política, él ha hecho gestión.

Sin embargo, la política dominicana sigue teniendo una naturaleza profundamente emocional y territorial. Los partidos, especialmente el PRM, no sólo buscan técnicos eficientes; necesitan líderes con carisma, capacidad de movilización y cercanía con las bases. Y ahí es donde Yayo enfrenta su mayor reto: convertir su perfil tecnocrático en una propuesta política con arraigo popular.

Las señales están sobre la mesa. Aumenta su presencia en medios, visita provincias, se reúne con empresarios y diplomáticos. No lo ha dicho abiertamente, pero su comportamiento indica que explora seriamente una precandidatura presidencial.

En los pasillos del poder, algunos lo ven como un “plan B” sobrio y estable, capaz de dar continuidad al modelo económico del PRM sin las turbulencias del populismo ni la confrontación interna.

Pero para ser presidenciable no basta con ser competente. Hay que conectar. Yayo deberá demostrar que puede hablarle al pueblo en su idioma, construir una narrativa nacional y, sobre todo, conquistar al PRM desde dentro, donde todavía priman los liderazgos tradicionales.

En tiempos de incertidumbre, la sobriedad puede ser revolucionaria.