El caso Senasa no es solo un expediente judicial de alto impacto. Es, sobre todo, un test político para el Partido Revolucionario Moderno (PRM) en el momento más delicado de su ciclo de poder.
No por la magnitud del caso —que es grave—, sino por el efecto simbólico que proyecta sobre la promesa de cambio enarboló para trillar el camino de conquista hacia la ruta del poder.
Hay que reconocerlo sin ambigüedades: Luis Abinader fue coherente.
Marcó la raya de Pizarro. Pasó del discurso a los hechos cuando afirmó que no tiene socios, sino compañeros. No hubo protección, no hubo dilación, no hubo cortinas de humo. La respuesta institucional fue rápida y firme.
En términos personales, el presidente sale fortalecido: refuerza su autoridad moral y consolida una muralla de imagen positiva alrededor de su liderazgo. Pero aquí emerge el verdadero dilema político: Abinader no será el candidato en el 2028.
La historia dominicana y regional demuestra una verdad incómoda pero consistente: la popularidad no se transfiere. Danilo Medina lo intentó con Gonzalo Castillo y fracasó. Hipólito Mejía no logró endosar su liderazgo a Miguel Vargas.
Lo propio ha ocurrido en otros países: en Ecuador, el expresidente Rafael Correa, líder de la llamada Revolución Ciudadana, que gobernó durante 10 años, hizo todo a favor de Lenín Moreno y se quedó en el camino; Evo Morales, en Bolivia, con Luis Arce; Juan Manuel Santos, en su momento en Colombia, no pudo llevar a Germán Vargas; y, como si fuera poco, Barack Obama y su esposa, ambos con un liderazgo y popularidad a la altura de la Estatua de la Libertad, no pudieron llevar a la Casa Blanca a Kamala Harris.
En el PRM tienen que saber que el liderazgo es personal, no heredable. No se presta ni se endosa; por eso, en medio de esta turbulencia, la gente sigue valorando al presidente Luis Abinader por la postura asumida frente a sus propios amigos cercanos, donde no guarda ni la apariencia en busca de lograr la transparencia.
El camino del oficialismo, cargado de luces y sombras, tiene que apostar al binomio de terminar de hacer un buen Gobierno y que el partido entienda que la marca PRM, a pesar de su gran fortaleza frente a la oposición, amerita un replanteo que permita recobrar ese clima de confianza, para montar al candidato o candidata que sea escogido para las elecciones venideras, y así subir al ring a dar la pelea con los músculos suficientes para ganar los asaltos de campeones, como el boxeo, sin importar la pegada del retador.
Por: Elvis Lima
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