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¿Soberanía en peligro?

¿Soberanía en peligro?

La misión multinacional, liderada por Kenia, está al borde del fracaso. A pesar de la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, incluyendo a China y Rusia, los fondos para financiar la intervención en Haití no aparecen. Mientras tanto, las pandillas se fortalecen y el terror se cierne sobre un pueblo vulnerable. Los ultranacionalistas alientan al gobierno a prepararse para repeler la “invasión” de refugiados principalmente mujeres y niños, que huyen de la violencia.

Un refrán popular nos recuerda que “el corazón de la batata, solo lo conoce el cuchillo”. Es el pueblo haitiano, que no está en guerra con nadie, el que sufre la violencia y la escasez de alimentos, y servicios básicos. ¿Qué nos preocupa a nosotros y a los demás países de la región? El temor a que Haití se convierta en un “Narcoestado” y a la avalancha migratoria.

El presidente Abinader, instigado por “los que odian” adopta una postura de “nosotros aquí y ellos allá”, creyendo que con la construcción del muro fronterizo se evitará la propagación de estos males, y clamando en los foros internacionales por una intervención armada, advirtiendo recientemente: “O luchamos juntos para salvar a Haití o lucharemos solos para proteger a la República Dominicana”.

¿Está realmente amenazada nuestra soberanía? Haití no tiene ejércitos y las bandas no tienen intención de declarar guerra a los dominicanos. Sin embargo, el comercio, que genera ingresos para el país y para las comunidades fronterizas, está en riesgo. También corre peligro el surgimiento de la xenofobia, que podría afectar la producción de bienes impulsada por los inmigrantes.

Recordemos que la MINUSTAH estuvo presente durante 13 años, pero su salida provocó la reaparición de la inestabilidad política en pocos años. Es posible que una nueva fuerza de intervención extranjera logre pacificar el país, pero solo por un corto plazo.

La solución al caos en Haití debe ser liderada por los propios haitianos, y nuestro papel debe ser apoyar abiertamente a la policía haitiana e identificar y respaldar a los sectores progresistas que buscan restablecer el orden institucional.

Los haitianos no son nuestros enemigos; son nuestros vecinos que necesitan nuestro apoyo en este momento crítico. En lugar de clamar por una intervención armada solicitemos financiamiento para un proyecto de arborización para toda la isla.