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Sobre Haití

Sobre Haití

Fernando A. De León

Por: Fernando A. De León

En lo adelante, tengo una misión.  Debo hablar con mis hijos para que preparen a mis seis nietas en caso de que a alguien se le antoje, en un futuro tal vez no muy lejano, estigmatizarlas; considerarlas racistas y xenofóbicas.

 Sí, porque no estamos solos; República Dominicana quizás es más conocida en estos momentos, no por el auge del turismo ni por su crecimiento macroeconómico. Tal vez se le conozca más como una nación que desprecia a sus vecinos de Haití.

  No es un tremendismo ni una exageración el intuir sobre la posibilidad de que, en escuelas, universidades o cualquier trabajo en Estados Unidos, alguien quiera enrostrarles que aunque sean norteamericanas, su origen es dominicano, y tildarlas de entes despreciables marcadas por el abuso racial.

  La idea que expongo no es una necedad ni una estulticia porque, si vine a estas tierras y estoy aquí, aún sin proponérmelo, se debe a que “escapé” de mi país como sucede con los haitianos que emigran hacia República Dominicana. Consecuentemente, mis nietas son el fruto de esa forzosa partida.

Y, como he dicho anteriormente, no estamos solos y mucho menos  aislados. En estos lares hay un buen número de etnias que, al margen de un posible neo-fascismo y neo-nacionalismo de quienes han gobernado sus naciones, en su mayoría, conviven con todo el mundo.

El que el gobierno dominicano haya decidido repatriar a parturientas haitianas indocumentadas, como se ha dicho, en plena lactancia y puerperio, ha llamado la atención de comunidades del exterior que residen en Estados Unidos.  Parecería una afrenta sin precedentes.

 Se podría estar de acuerdo en que República Dominicana no puede brindar atenciones médicas a dos países, pero sucede que pudo haber otras reingenierías. 

 Pero también muchos podrían deducir que, del mismo modo, tampoco se puede explotar laboralmente a dos países (a los dominicanos y a los haitianos indocumentados). Finalmente, no quiero que algunas de mis nietas les formulen a sus progenitores la misma pregunta que una vez me hizo mi hija, Pamela: “¿Pa’ por qué allá odian a los haitianos?”.

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