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Sociedad enferma

Sociedad enferma

Susi Pola

El suceso en que Carmen Jiménez torturó durante 8 meses a su sobrino, hijo de un hermano que “se lo entregó” bajo acuerdo de pago, ($6,000, 4 mil para ella y 2 mil para el niño), que no mandaba a la escuela para para que no vean sus heridas, y que finalmente, mató en el peor de los martirios, declarando a la PN cada macabro detalle “como si nada”, nos muestra la gravedad de la condición de nuestra sociedad.

Porque, ni la pareja de la agresora, ni las vecinas y vecinos, ni el personal escolar, ni la directora del centro de educación al que el niño dejó de asistir, ni su propio padre que no lo veía desde noviembre de 2023 y que tampoco podía hablar con el niño al teléfono, ni la madre, en fin, todos y todas, no pudieron salvarlo, porque no hicieron nada.

En el mundo, dice la OMS, casi 3 de cada 4 niños, niñas y adolescentes, NNA, entre 2 y 4 años, sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres, madres o cuidadores/as.
Desde la edad de un año, los niños, niñas y adolescentes de América Latina y el Caribe, corren el riesgo de sufrir violencia en el hogar, en la escuela y en la calle, y se exponen a la violencia casi desde su nacimiento y, a menudo, por las personas en las que más confían.

En nuestro país, sabemos que, el 64% NNA entre 1 y 14 años ha sufrido violencia física o psicológica de sus cuidadores/as, y la cifra aumenta a 70%, cruelmente en las edades comprendidas entre los 3 a 4 años, además, el 67% de los hogares dominicanos ejercen la violencia y maltrato para corregir a los/as menores.

La violencia nos ha enfermado como sociedad

La costumbre de corregir con violencia es justificada socialmente y practicada frecuentemente en los hogares y sus entornos cercanos, y hasta hay congresistas que, no hace mucho, alegaban “la eficacia” y necesidad del castigo para educar a NNA.

Y el maltrato infantil deja secuelas para toda la vida haciendo personas adultas inseguras, con baja autoestima, sensación de minusvalía, aisladas socialmente, sin confianza en sus decisiones, dificultad para razonar incluso, con rabia y propensas a ser violentas o a recibir pasivamente violencia.

Como conclusión, somos una sociedad muy enferma a consecuencia de la violencia ejercida por generaciones sobre NNA que han crecido para repetirla y regularizarla. Y como trágico colofón, esa, es una verdad ausente en la referencia política.