Sus extrañas conductas iniciaron desde la infancia. Ningún niño se asemejaba. Todo en él era extremo. Desde que empezó a balbucear palabras resultó previsible que su forma de hablar sería especial. Cuando empezó a hacerlo de forma fluida, ponía énfasis contundente en cada oración. Gesticulaba de tal manera, que era imposible permanecer indiferente al escucharlo.
Incidió en radicalizar sus características innatas la prematura muerte de su mamá. Perder ese sustento emocional siendo apenas un adolescente, colocó un sello irreversible en una vida regida por excéntricas actitudes.
El papá era excepcional, pero carente del carácter de su esposa. Su inesperada viudez con seis hijos donde la mayor tenía 19, hizo difícil cubrir flancos que, de súbito, tenía que asumir en soledad. Resultó demasiado para él y sobre su hijo menor fue en quien de peor manera repercutió aquello.
Le correspondió a la segunda de la prole asumir el rol materno ante su extraño hermanito, quien le generó mayores tormentos que sus seis descendientes. Nadie, como él, hacía gala de ese espíritu libre que mostraba un ser autárquico, provisto de herramientas para subsistir prescindiendo de apoyos externos. Era una coraza que ocultaba sus falencias. Su hermana-mamá lo sabía, por eso, nunca lo descuidaba.
Eso le producía gran malestar. Se sentía perseguido. No encontraba la manera de decirle que no lo vigilara, que era adulto y podía valerse solo. Cuando se hizo profesional, se instaló en su pueblo. Ella intentaba ordenar aquel colosal caos, él le ripostaba que eso desordenaba su vida. Le advertía que uno de sus colaboradores le robaba, le respondía que lo prefería así porque eso garantizaba su lealtad. Se desaparecía por varios días, provocando angustia en todos.
Luego aparecía de repente y alegaba que era una forma de evaluar su ascendencia social. Cuando ocurrían fenómenos atmosféricos en localidades distantes, lejos de eludir esos lugares, se trasladaba a ellos bajo el argumento de que había que ser testigos de la historia.
Creó familia con dos mujeres. Pese al fracaso de ambos intentos, las divorciadas jamás volvieron a emparejarse y sus comportamientos constituían pruebas irrefutables de fidelidad a aquel amor tormentoso, pero al parecer inmensamente intenso.
Esa veneración se extendía a su legión de pacientes, que veían en él alguien que iba más allá de un simple prescriptor de recetas.
No sorprende encontrar en hogares de sus empobrecidos seguidores, una especie de altar al cual, se le implora con sentida devoción.