Se conmemoraron el lunes 50 años de la Carta Pastoral leída en todas las iglesias, en la que los obispos dominicanos denunciaban las tropelías que cometía el régimen de Rafael L. Trujillo. La paternidad de la redacción del documento es atribuida a Juan F. Pepén, ex obispo de la diócesis de Higüey, quien fallecio a mediados del año 2007.
Pepén, que llevaba apenas tres meses y medio al frente de la diócesis de La Altagracia , había expuesto al nuncio de Su Santidad, Nino Zanini, y al secretario de la Nunciatura, Luís Docena, la represión que contra la juventud mantenían los servicios de inteligencia del régimen, especialmente el temible Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
Cumpliendo una encomienda de Zanini, el obispo Pepén preparó el borrador de un documento pastoral que sirviera de base para una declaración final. El contenido de este documento estaba dirigido a evitar males mayores por parte de Trujillo y sus adláteres.
Eso no basta, hay que llegar más lejos. Hay que denunciar las violaciones a los derechos humanos y reclamar un cambio, le espectó Zanini a Pepén, cuando este le presentó el primer borrador de la posible pastoral. El día 23 de enero se había redactado el texto de nuevo y último borrador y todos los obispos, 6 en total, fueron convocados a la Nunciatura , en la avenida Máximo Gómez, y de ahí partieron por diferentes vías hasta el arzobispado, en la zona colonial, donde dieron su aprobación al documento episcopal.
Allí firmaron todos los obispos presentes y el propio Pepén fue comisionado a recoger la firma del Arzobispo de Santo Domingo, monseñor Ricardo Pittini, quien por su ceguera y delicado estado de salud, había quedado en la Nunciatura. Luego de escuchar el contenido de la carta, el arzobispo firmó la misma y exclamó: ¡Que Dios nos proteja!.
Rápidamente la pastoral fue multiplicada a mimeógrafo y entregada a cada obispo para su diócesis. Además, fue enviado a cada párroco, a mano, sin que nadie fallara en el debido secretario y en la entrega del documento.
La carta fue leída en todas las parroquias el domingo 25, hace ahora medio siglo, y la misma marcó un hito y una señal imborrable en toda la historia dominicano. Su contenido sólo se podía comparar con el Sermón de Montesinos. De ahí en adelante el país quedó sumido en un estado de efervescencia político-religioso, y fue propicia la ocasión para que los sicarios del régimen incrementaran la persecución contra los opositores al gobierno. Inclusive, habían extendido su radio de acción hasta algunos representantes de la Iglesia. Radio Caribe, la sección Foro Público, del periódico El Caribe, y la columna Minutero, del mismo diario, lanzaron velados improperios contra los religiosos.
Los alcances de la pastoral quedaron fortalecidos en el periodo de cuaresma y el pueblo dominicano respondió con más oraciones. A los participantes en el viacrusis, los calieses les arrojaban un polvo llamado fogaraté, pero los fieles seguían adelante. En esos días, el padre Benito Taveras, que lleva varios decenios en la diócesis de Higüey, se enteró que uno de sus hermanos había sido asesinado en la cárcel de La 40. Y días antes, se filtró la noticia del apresamiento y posterior desaparición del seminarista nativo de La Romana Luís Ramón Peña (Papilín).
Campaña de descrédito
Mientras por un lado Trujillo buscaba la intervención de algunos sectores para conciliar con el clero, por el otro los adláteres del régimen, cumpliendo sus instrucciones, continuaban su cruzada de presión, intimidación y descrédito contra los obispos, particularmente contra Pepén y Francisco Panal, en La Vega. El Foto Público de El Caribe, de fecha 23 de noviembre de 1960 expresa: La Basílica de Higuey, donde están invirtiéndose varios millones no debe terminarse porque el obispo de allí, Pepén, es indiferente a todo; es como si no fuera dominicano. Es insensible a todo. Es el peor obispo que tenemos. Ojalá designen al obispo Reilly (que estaba en San Juan), en Higuey.
Los obispos en Palacio
En los días finales de diciembre de 1960, dentro de las festividades de Año Nuevo, y con el propósito avieso de tratar de demostrar su benevolencia, Trujillo, muy seguro de su poder, invitó formalmente a los obispos a una reunión en Palacio, en la que se presentó a los mitrados como un fiel católico, hijo de la Iglesia , y se puso a la total disposición de los religiosos.
Casi nadie habló en ese encuentro, según narraciones del propio monseñor Pepén.
Trujillo en Higüey
El Jefe y su gente continuaban de manera incesante diligenciando la visita a las diócesis y otros templos católicos a nivel nacional.
Ya había sostenido sendos encuentros con los obispo de Santiago, Monseñor Polanco, y Reilly, de San Juan de la Maguana.
Previamente sus colaboradores habían gestionado reunirlo con Panal, en La Vega y Pepén, en Higüey, pero los esfuerzos resultaron infructuosos.
Como la basílica de La Altagracia estaba en construcción, la táctica de Trujillo fue aprovechar esta situación para sacar beneficio político y mantener confundida a la población, respecto a una supuesta reconciliación con el clero.
Al efecto, envió a Higüey a uno de sus colaboradores más cercanos, Rabel Paíno Pichardo, a quien, después de varias semanas, se le comunicó que la visita sería en la segunda semana de enero de 1961.
En la madrugada de ese día, los políticos clamaban y vociferaban proclamando la alegría que la esperada visita de El Jefe, les producía los beneficios que ella llevaría al pueblo de Higüey.
En el oficio religioso, consistente en el canto de la Salve en honor a la Virgen María , Pepén dirigió un saludo al visitante en forma personal, diciéndole en síntesis: Si Su Excelencia ha querido venir a Higüey como cristiano, es justo que como cristiano lo recibamos. Concluido el acto, Trujillo, con el sombrero en las manos, declaró dentro del templo:
Creo que Higüey debe tener una Universidad Católica; Higüey, pues, tendrá una Universidad Católica.
Los aplausos resonaron en el viejo templo de San Dionisio y más adelante el visitante y su comitiva se dirigieron a la Basílica en construcción para inspeccionar los trabajos.
Trujillo recibió explicaciones del muralista español José Vela Zanetti, que también sufrió persecución por órdenes del tirano.

