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Viaje a la poesía de un poeta embajador

Viaje a la poesía de un poeta embajador

Víctor Manuel Barceló Rodríguez es un escritor y embajador mexicano.

Empecé a navegar por los papeles que contienen la obra de Víctor Manuel Barceló Rodríguez, diplomático, embajador llegado a Uruguay (donde lo conocí) desde las tierras que albergaron al imperio del pueblo mexica, Tenochtitlán, la ciudad más resplandeciente de la antigüedad americana y donde con más gallardía se le hizo resistencia al invasor europeo del siglo XVI y a un Hernán Cortés que había zarpado desde Azua, isla de Santo Domingo.

De la villanía y la destrucción, a la fecha en que publicó su primer libro de poemas, ‘’La Vigilia de las Horas” (mayo, 2022) se estaban cumpliendo 500 años, por lo que la obra llegó como un tributo a la sangre eterna de los héroes; a los mártires y a la permanencia de la memoria.

Barceló Rodríguez, ciudadano de luminosa trayectoria, fue gobernador de Tabasco; ha sido docente, funcionario de educación y ha ocupado otros cargos de relevancia. Inició la carrera diplomática como consejero en Argentina y posteriormente fue dos veces embajador en Colombia, cargo que en la actualidad desempeña en Uruguay desde el 2019. Tiene una extensa producción de libros sin publicar, y entre los edito, temas de educación y política. Goza del privilegio de ser considerado uno de los diplomáticos mexicanos de más prestigio.

Varias puertas se abren para acceder al universo de ‘’La vigilia de las horas’’ (del cual fui parte porque soy quien trabajó la selección de los textos): la del soneto, verso libre, cantos épicos, canciones y elegías. También, la puerta que abre sonoros cantos a un país que tiene quinientos años levantándose de las cenizas del Templo Mayor, peleando contra la espada de Pedro de Alvarado y cantándole loas al valor que, como el ave fénix y el mítico Inca, cae y se levanta.

Los poemas que conforman este volumen, nacieron en el alma de un poeta de fructífero acento, con historia de servicio a un pueblo que lo respeta, admira y quiere. Pueblo que viaja en su alma, aunque ya él no pertenezca solo a México, sino a todos los pueblos de América Latina.

Las poesías traen historias de diversos tiempos en los que emerge nuestro poeta embajador, cual Neptuno cabalgando sobre mares y gobernando las formas de la expresión. Sostiene una poética que, como lo expresa en el bello poema “Redención” ?dedicado a Enrique Márquez y a Mario Chávez Figueroa, entre varios amigos idos a otro universo?, trae “un dolor y una tristeza que va más allá de lo efímero y de lo voluptuoso, capaz de conmover y de llenar la conciencia de colores”.

Un poeta puede ser bueno (Víctor Manuel lo es visto desde todas las esquinas) creando obras breves y cantándole a temas únicos: al amor. O a la amistad. Como lo hacen el rey Salomón en El cantar de los cantares; el arcipreste de Hita en su Libro de buen amor; o como Jorge Manrique en sus Coplas por la muerte de su padre, que junto a algunos poemas más configura una obra completa perdurable a través de los siglos, más allá de su pequeño volumen.

También, su poética puede ser similar a la del autor de El cantar del Mío Cid (supuestamente el musulmán Abu l-Walid al Waqqashi), quien creó un libro único. Tantos ejemplos tienen las literaturas. Se le puede cantar a la vida y a la muerte, a las flores, a los ríos, al hombre y a la mujer con sus angustias y sus luchas por la igualdad; a los lagos, al mar, al niño nutrido del barrio rico y al hambriento de los suburbios; al tronco seco o a los bosques húmedos, demostrando que la poesía está en el fondo de todas las cosas.

Con desafío lingüístico, el poeta construye aquí unos sonetos que interiorizando en un mundo ancho (no ajeno), son un encanto.
El autor es poeta.

Por: Rafael Pineda
rafaelpinedasanjuanero@gmail.com

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