Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Sobre las personas “cambiantes”
Todos, en diversas ocasiones, hemos conocido a personas que con su actitud crónicamente “cambiante” nos han dejado perplejos, inquietos, incluso desilusionados. Y creo que a veces me quedo corta al decir “desilusionados”. Pueden haber llegado a utilizarnos tanto, para quien sabe qué fines, que cuando, por fin hemos visto su auténtica cara, nos han destrozado el corazón y han machacado nuestros sueños de forma cruel.

Suelen enarbolar la bandera de la sinceridad cuando, sin darse cuenta, se les va la mano y son bruscos. Llegan hasta a pedir perdón y así una y otra vez.

Llamo “cambiante” a la gente que, de un día, o incluso de un momento a otro, cambian su forma de ser hacia nosotros o hacia otros. Hay que reconocer que son buenos actores e interpretan su tan bien su papel que, si uno no se percata a tiempo, repito, pueden mantenernos jugando su juego durante mucho tiempo.

-Hace un rato he conocido a un hombre, o una mujer, increíblemente simpático/a y dicharachero. Me ha dejado impresionado/a su forma de ser tan abierta, tan comunicativa. Me encantaría volver a verle/a y, si ha lugar, llegar a entablar una amistad con él/ella.- Es una frase que otros y nosotros mismos hemos llegado a pronunciar en alguna ocasión.

Pero después han tenido, o nos hemos visto obligados, a cambiar de parecer, no sin antes haber dado a esa persona la oportunidad de “tener un mal día”, algo que puede sucederle a cualquiera.

Pero cuando ese continuo cambio de actitud parece describir, de alguna manera, la forma de ser de alguien, normalmente la gente, nosotros mismos, empezamos a distanciarnos. No sabemos con cuál de las personalidades nos vamos a encontrar la próxima vez que nos crucemos con ellos y la situación empieza a resultarnos incómoda y desagradable. Aparte de que, como es obvio, si le habían/habíamos cogido un poco de confianza, ésta se va esfumando inexorablemente.

No obstante, por muy pragmáticos que seamos, podemos quedar atrapados en unas redes emocionales harto peligrosas sin darnos cuenta.
No existe receta o vacuna alguna para evitar que esto ocurra.

¿Cómo entregar nuestra familiaridad, confidencialidad, intimidad, etcétera, a alguien que realmente no conocemos?
Muchas veces resulta difícil concederla a personas de carácter digamos “más estable”. ¿Cómo hacerlo con la gente que hoy, o en este momento, parecen desear darte todo y mañana, o al poco rato, ni se dignan mirarte a la cara?.

Lo que resulta curioso es que muchas veces lo seguimos intentando, infructuosamente, y no nos damos por vencidos. Queremos seguir creyendo en esa persona “cambiante” y le atribuimos adjetivos como “distraído/a”, “olvidadizo/a”, “lleno de problemas que le hacen ser como es”… A veces pueden pasar años hasta que abrimos los ojos y nos damos de frente un buen golpe emocional contra la pared de la credulidad y de la buena fe.

Solemos compararnos a ellos: “quizás yo, en su lugar hubiese hecho lo mismo”, “ha recibido tantos golpes en la vida que esa es su forma de protegerse”.

Podría continuar hablando sobre este tema que es más antiguo, o igual, que muchos otros.
Sin embargo, lo que me pregunto es cómo se considerarán a sí mismos esa clase de personas aunque estén jugando a su propio juego.

El Nacional

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