Editorial

Willenny

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El cadáver  descompuesto de Willenny Lorenzo, de 11 años, fue encontrado en un barranco a orilla de la autopista  6 de Noviembre, con lo cual la angustia que padecieron familia y vecinos por la desaparición de la menor culminó en tragedia.

Willenny vivía con su abuela en el barrio La Pina, de Madre Vieja Norte, San Cristóbal, y cursaba el sexto grado en un colegio católico, en ambiente de pobreza, pero de mucha riqueza en aprecio y ternura que le dispensaba el entorno familiar y barrial.

Como ha ocurrido y ocurre con otras miles de infantes esa menor padeció a muy temprana edad de acoso sexual, pero tuvo el infortunio de morir sin poder guarecerse en algún escudo de ley o protección de las autoridades, a los cuales sus familiares pudieran recurrir.

La trágica historia de esa humille niña no concitó debida  atención ciudadana, pese a que familiares y vecinos montaron vigilia en altares de la justicia durante 16 días, desde su extravío hasta la infausta noticia de que fue encontrado su cadáver.

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A ese manto de indiferencia social  se debe quizás a que los poderes públicos  no reacción  ante estadísticas tan escalofriantes como la de que el 25 % de los partos en maternidades publicas corresponden a niñas y adolescentes entre 11 a 17 años.

Alguien debería explicar cuándo fue que la ley retornó al menor la potestad de discernimiento para contraer matrimonio o permitir que un adulto vulnere su cuerpo, porque  el Ministerio Público poco hace ante el drama de miles de niñas violadas que son obligadas por sus depredadores a fungir como concubinas, esposas o esclavas.

Un tribunal de San Cristóbal impuso tres meses de prisión preventiva a un individuo que era vecino y persona de confianza de la familia de la occisa, que lo acusa la acusa de su desaparición y muerte, pero esa medida de coerción fue dictada en virtud de una acusación por violación sexual contra otra menor, lo que expone el perfil de un drama recurrente.

La trágica muerte de Willenny, la niña de 11 años, que seducida por un adulto salió de su hogar en dirección a la muerte, debería al menos servir para que los poderes públicos modifiquen el Código de Niños, Niñas y Adolescentes para garantizar que los menores sean bien protegidos de depredadores sexuales que perpetran sus crímenes con disfraces de esposos, maestros, parientes o vecinos.

El Nacional

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