En los dos primeros días de este año, hombres machistas, agresores, modelo de la masculinidad hegemónica, se convirtieron en los feminicidas de dos mujeres jóvenes, de 26 y 27 años, en edad de producir y reproducir.
Yuleysi Beato, agente del Cuerpo Especializado de Seguridad Aeroportuaria y de la Aviación Civil (Cesac), asesinada por su compañero desde hace 8 años y con dos hijos en común, en San Isidro de la Ciudad de Santo Domingo Este.
El informe policial señala, que le quitó la vida utilizando un alambre de plancha eléctrica que ató al cuello de la joven y luego la ahorcó. A María Cristina Encarnación, su marido feminicida la ultimó inmovilizándola y ahorcándola para luego le inferirle seis estocadas, movido por “supuestos celos”, en Sosúa, Puerto Plata.
Hemos caído, hace rato, en la “naturalización” de las violencias contra las mujeres, y contamos el número por feminicidio con la frialdad y la desconexión de los sucesos. Nos estamos acostumbrando a vivir la cotidianidad de la fatalidad ajena, “de las demás personas”, con escepticismo, indiferencia y mucho recelo y temor, también, solo cuando nos toca de cerca, reaccionamos y aplicamos el “cliché”, que se haga justicia.
Este es el problema social derivado de la masculinidad hegemónica construida en nuestra cultura, sobre la idea del hombre centro en el mundo público y en el privado, es causa de la construcción de identidades femeninas y masculinas basadas en la superioridad/inferioridad, como modelo patriarcal y sexista que se reproduce en las instituciones sociales, mostrando a la mujer cosificada, como propiedad del hombre.
También es causa la reproducción de las instituciones culturales de los discursos sexistas, de los sistemas educativo y de justicia; de afianzamiento de las prácticas tradicionales por parte de las iglesias cómplices y su reproducción del discurso patriarcal que mata a las mujeres, que las cosifica sexualmente.
Como consecuencias, la construcción de las identidades femenina/masculina serán a partir de los parámetros de sexualización/dominación/subordinación; las uniones forzadas; identidades femeninas centradas en la maternidad, inferioridad, debilidad, mujer es incompleta, cuidadora, por eso “es necesario el control masculino”, aún desde el Estado. Además, la posesión del “objeto” mujer, la distorsión del amor romántico, la Violencia basada en el género contra las Mujeres y el feminicidio.
Si el Estado, que es masculino, no entiende y reacciona, cambiando acciones, discursos, planes y programas, es decir, políticas que desmonten esta realidad, las dominicanas seguirán muriendo, con la complicidad de autoridades, entornos, familiares e iglesias.
¡Y cualquier comienzo hoy, tiene que ser de desmonte de esta pérfida cultura!
Por: Susi Pola
susipola@gmail.com