Lo sorprendente era sorprenderse de la decisión de presentarse a la re-postulación, y lo ha hecho con escueto discurso justificando la “honestidad” del Gobierno, que llegó cuando el pueblo exigía cambiar un poder marcado por graves casos de corrupción.
La fealdad fue la doctora Ortiz Bosch y su adscripción, dándole vigencia al principio legal “mors omnia solvit” (la muerte lo deshace todo), verdadera metamorfosis con el pensamiento del doctor Peña Gómez y la Constitución del 63. Verdades ásperas, penosas de oír para ella, supongo, y peor aún, después de tantas pamplinas contra Balaguer.
El Gobierno se aprovechó de la ira y montó una fuerte propaganda efectista de que arribaba un poder nuevo, y pronto comenzó a debilitarse cuando tratando de beneficiarse de los aplausos se iniciaron acciones delictivas afeando la gestión y obligando al Presidente a tomar medidas correctivas.
Pero esa exigencia de fidelidad y fiabilidad comenzó a deteriorarse y hoy hay hendijas que dejan ver profundamente hechos dolosos que han cambiado radicalmente la percepción de honradez.
A pesar de la recuperación económica las desigualdades vienen dejando grandes núcleos en una vulnerabilidad tal que le han valido un sinfín de críticas de parte de Leonel cuyo partido viene de la irrelevancia, pero el peso electoral de su candidatura es enorme y su discurso con precisos eslóganes ha venido mellando la confianza del Gobierno. Los sondeos le atribuyen una cómoda segunda posición y en crecimiento constante y a poca distancia de Abinader.
El otro polo opositor es el PLD, en continuo debilitamiento y su candidato arropado por “compañeros” con huellas frescas del “peso muerto de su terco pasado”; además no tiene concepciones opuestas creíbles y defendibles.
El Presidente apresura el paso y se prepara para ser ampliamente dadivoso ante las dificultades generadas por exponerse a tantos reclamos y ofertas inatendibles, y viendo su gobierno esfumarse en gestos y palabras.