QUINTAESENCIA

Abinader, ONU y Haití

Abinader, ONU y Haití

Rafael Ciprián

Pocas veces ha brillado tanto un estadista dominicano ante la comunidad internacional como lo hizo recientemente el presidente Luis Abinader ante el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Y, además, conquistó la presea histórica de ser el primer jefe de Estado de nuestro país que participa en la sesión de ese organismo.

 Complacido, el presidente Abinader agradeció al mandatario de Guyana, Irfaan Alí, quien presidió la reunión, la invitación que le extendió.

 Sin pérdida de tiempo, el gobernante dominicano precisó: “Por eso quiero hoy advertirle a la Comunidad Internacional que la República Dominicana luchará con todas sus fuerzas para evitar ser arrastrada al mismo abismo que Haití. Nuestra consigna, de hoy en adelante, será: ¡O luchamos juntos para salvar a Haití o lucharemos solos para proteger a la República Dominicana!”

 Esa determinación, firmeza y promesa del presidente Abinader solo puede parangonarse, por el hálito patriótico que exhala, con la resolución de lucha sin cuartel del Primer Ministro inglés Winston Churchill, en el sombrío escenario de la Segunda Guerra Mundial.

 Con semejante declaración, los poderosos del mundo saben a qué atenerse. Sobre todo porque están toreando la situación del hermano pueblo haitiano, no con la intención de resolver la terrible crisis por la que atraviesa, sino de traspasarla a nuestro pueblo.

Por eso, el orador dominicano, sin medias tintas, conminó: “La comunidad internacional debe facilitar el dinero tantas veces prometido y debe hacerlo ahora. Es preciso dotar de todas las herramientas y recursos necesarios a la Misión Multinacional de Apoyo lo antes posible.”

 Como una sentencia lapidaria o para trazar la raya de Pizarro entre la solidaridad dominicana materializada con el pueblo de Dessalines y las promesas incumplidas de las grandes potencias, el presidente Abinader precisó:  “República Dominicana no da a Haití lo que le sobra, sino que aporta lo que le falta.”

 En efecto, a Haití llegan algunas donaciones internacionales, principalmente comestibles que no menguan la hambruna de se pueblo. Son productos que estaban caducando en almacenes, por falta de mercado.

 Y si alguien quedaba con dudas del pleno convencimiento de nuestro país frente a la hipocresía internacional, y con valentía inusual, nuestro mandatario puso el dedo en la llaga. Dijo: “…la grave situación en el vecino país no ha sido atendida con la urgencia y contundencia que amerita.”  Nadie puede ni llamarse a engaño ni alegar ignorancia de la posición dominicana.

 Los haitianos tienen una opulenta élite oligárquica indolente. Odia a su pueblo. Vive acomplejada y con aires franceses y europeizantes. No ha sido capaz de superarse al nivel de burguesía.