Por más y más cálculos que se hagan, todas las respuestas coinciden en que el presidente Luis Abinader ganará en primera vuelta con amplio margen las elecciones del 19 de mayo.
El primer factor es el liderazgo que ha construido en base a su capacidad de trabajo para lidiar con los desafíos heredados y que han surgido; y el segundo, que a estas alturas la oposición, además de dividida, no ha logrado sobreponerse al descrédito ni articular un discurso que prenda en la población.
Las encuestas se han encargado de patentizar una realidad que se manifiesta en todos los ambientes al dar al mandatario como favorito en todas las mediciones para ganar desde el principio. Y es que, entre muchas otras razones, Abinader ha logrado consolidar en su gestión la estabilidad social y económica, aún incluso en medio de adversidades en el convulso entorno internacional.
Pero esa ruta victoriosa que transita Abinader no deja de presentar sus inconvenientes. Uno de ellos, y al que debe prestársele atención, lo representa el hecho de que simpatizantes del PRM e incluso de partidos opositores no acudan a las urnas bajo el criterio de no perder su tiempo porque el panorama está definido.
Los congresistas no compensarán esa abstención porque todo el interés en los comicios se concentra, por lo regular, en la elección del jefe del Estado.
Abinader, además de blindar su imagen de los escándalos y del qué dirán, ha resultado más hábil de lo que podía suponerse en el ejercicio del poder. De la manera más discreta posible aplacó la tormenta que en principio asomó en su partido, convirtiendo la organización en una poderosa maquinaria electoral. No ha dejado de hablar, pero con la diferencia de que lo hace solo para decir, sin ofender ni engrandecerse, lo que tiene que decir.
Como algunos dirigentes políticos y exmandatarios que tuvieron su momento de gloria, hoy puede hablarse sin la menor lisonja de Abinader como la principal figura del escenario político.
Si opositores emigran y antiguos partidos aliados de la oposición lo respaldan es porque el mandatario encarna las simpatías de una amplia mayoría. O está en la cresta de esas corrientes sociales y políticas que aquí y en todas partes son las que definen los procesos electorales.
Las críticas y denuncias de una oposición muy vulnerable lo han beneficiado antes que afectarlo. Porque esas acciones han contribuido a entender la magnitud de la crisis heredada por Abinader, la que por mejores que sean sus intenciones, es difícil de superar en tan corto período de Gobierno.
Los electores prefieren entonces seguir por lo seguro, entendiendo que solo las circunstancias han impedido avanzar con más rapidez en el proceso de cambio iniciado en el país.